Al debate sobre la muerte digna y la eutanasia, a más de los aspectos filosóficos, religiosos, éticos y médicos se agrega un componente más: el de la economía. En efecto, el aumento en los costos de la medicina, que para muchos países se torna insostenible, ha lanzado al campo de la controversia una idea que a simple vista parece irracional y descabellada: legalizar la eutanasia como estrategia para reducir los costos de la salud y salvar, así, gran cantidad de dinero dedicado a prolongar vidas que por causa de una enfermedad terminal, incurable, requieren de una tecnología médica cara.
El argumento central es que la eutanasia podría ser la forma más fácil de ahorrar dinero a los sistemas de salud sin afectar la calidad de la atención de todos. Según esta concepción, el cuidado médico al final de la vida es oneroso debido a las frecuentes enfermedades que requieren de hospitalización, procedimientos complejos, atención de especialistas y medicamentos de alto costo; se agrega que a avanzada edad las personas no pueden contribuir al financiamiento del sistema más allá de lo que obtuvieron con su pensión o en forma particular en su vida activa. El punto central es económico, y solamente esto, ya que la prolongación de la vida por medios artificiales solamente significa dinero si se le mira desde este ángulo; quienes rodean a una persona al final de la vida desean, sobre todas las cosas, que su ser amado viva más tiempo; pero esto, a juicio de quienes han abordado el sentido económico para lo sociedad, significa recursos que todos deben pagar.
El análisis para países que han legalizado la eutanasia como Bélgica, Holanda, Dinamarca y, en Estados Unidos el estado de Oregón, parece sencillo: debido a la gran cantidad de personas que han o están alcanzando una edad avanzada, sus sistemas de salud no soportan más costos. La legalización de la eutanasia permitiría que miles, si no millones de personas ancianas con enfermedades terminales, tengan la opción de poner fin a su vida dignamente en vez de sufrir inútilmente los estragos de una dolencia sin posibilidades de curación; está por demás decir que el argumento económico considera la autonomía y el conocimiento informado del paciente y su familia para tomar la decisión de morir con dignidad, evitando lo que se ha dado en llamar el “encarnizamiento medico” o la utilización de todo un arsenal terapéutico mecánico y químico para prolongar una vida sin posibilidades de recuperación.
Un argumento económico, en el caso de la eutanasia y los servicios de salud, es que la eutanasia es el mecanismo por el que quienes desean morir y no padecer sufrimiento transfieren recursos médicos y de salud a quienes enfermaron y pueden recuperarse. Los dineros utilizados en prolongar la vida de un anciano con un cáncer terminal pueden salvar la vida de un niño o un adulto joven. En Oregón, Estados Unidos, a un paciente de edad avanzada con cáncer terminal, su plan de salud no le aprobó un tratamiento inútil, pero le proporcionó cuidados paliativos y la posibilidad de la eutanasia.
Este es el debate económico de la eutanasia ¿esta el mundo preparado para él?
El análisis para países que han legalizado la eutanasia como Bélgica, Holanda, Dinamarca y, en Estados Unidos el estado de Oregón, parece sencillo: debido a la gran cantidad de personas que han o están alcanzando una edad avanzada, sus sistemas de salud no soportan más costos.
Credito
PABLO ISAZA
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