Somos testigos de la esperanza

Jairo Yate Ramírez

°°° « El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra la habían retirado del sepulcro. Entonces se fue corriendo a donde Simón Pedro y a donde el otro discípulo, al que Jesús tanto amaba, y les dijo: « ¡Se llevaron del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!» (Juan 20, 1-9).
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Pascua es el acontecimiento central de nuestra fe; a través de ella descubrimos en su complejidad el misterio de Cristo, el misterio de Dios, el misterio de la Iglesia, la misión que se nos encomienda: “Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos” y es más “Todo el que crea en él, alcanzará el perdón de sus pecados.” (cf. Hechos 10, 42-43).

Así pues, que no estamos solos. Nuestra vida no se reduce a un sepulcro, la losa que cubría el sepulcro ha desaparecido, nos han liberado de las tinieblas, de la oscuridad, del pecado, de la condenación eterna. Vivir la pascua en toda su extensión es comenzar a ser el testigo de la esperanza. El mundo en que vivimos sigue sufriendo el dolor, el hambre, el abandono, la soledad, la incertidumbre, la discriminación. En medio del cántico del aleluya hay que iniciar la gran tarea con el resucitado.

No podemos seguir siendo pesimistas, no podemos quedarnos contemplando la lamentación, no podemos esperar la utopía de que todo se mejorará algún día. Hay que abrir la puerta para que salga el testigo de la esperanza; hay que realizar acciones de vida nueva con los demás, hay que construir un mundo mejor para las nuevas generaciones; hay que abandonar las armas del odio, la indiferencia, el racismo, la desigualdad social. Hay que plantear una sociedad de hermanos, donde cada uno le lava los pies a los demás. (cf. Juan 13, 14). Una sociedad donde el discípulo no es más que su Maestro. (cf. Lucas 6, 40). Una sociedad, donde nadie se crea juez de los demás. (cf. Lucas 12, 14).

Los que celebramos y vivimos la Semana Santa, aprendemos a cambiar nuestra manera de pensar y de actuar en la sociedad que vivimos. A sanar nuestros corazones. A volver por los caminos de Dios. A sentir el misterio de aquel que superó la muerte y nos abrió las puertas hacia la vida eterna. Cuida tu salud: Sólo Jesucristo puede ofrecer vida eterna.

Arquidiócesis de Ibagué

JAIRO YATE RAMÍREZ

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