En Colombia está a punto de ocurrir algo que nos avergonzará ante el mundo civilizado porque jamás podría suceder en un país que funcione con un mínimo de respeto por las áreas naturales protegidas.
Es probable que los representantes de los países en la cumbre mundial del clima en Egipto –COP27– no tomaran nota de la gran incoherencia con la que Gustavo Petro se refirió al tema. Porque no les propuso a los demás productores de petróleo que ellos también renunciaran a firmar nuevos contratos para buscarlo, como arbitrariamente lo decidió él en Colombia. Y no lo propuso para no quedar en ridículo, porque cuando Lula le dijo a Petro que no le haría daño a la economía petrolera de Brasil acompañándolo en ese desatino, le dejó claro lo que pensaban él y los demás jefes de Estado.
No se recuerda en Colombia una molestia más extendida que la del Caribe. Reclaman las organizaciones sociales, por norma las primeras en hacerlo, pero también los alcaldes de las capitales, las cámaras de comercio, los comités intergremiales, los obispos, los especialistas, los medios de comunicación y casi todos los sectores políticos.
En entrevista con María Isabel Rueda en El Tiempo, Alex Char, dos veces alcalde de Barranquilla, gobernador del Atlántico y jefe político de los alcaldes de la ciudad desde 2008, reclamó, como un derecho, la Presidencia de la República. Porque su gestión había sido tan acertada que no atinó a recordar nada que pudiera ensombrecerla, opinión que llevó a un barranquillero a comentarme: “Alex Char el Distraído”. Porque, en primer término, en la Barranquilla de hoy, luego de trece años de Alex Char y de charismo, 67 de cada cien habitantes solo tiene dos comidas al día, situación de hambre –¡de hambre!– que en el resto del país también es grave pero que en el promedio nacional martiriza al 30 por ciento, bastante menos. Muy distraído, sin duda.
En La Patria del 16 de mayo de 2004, el ministro que negoció el TLC con Estados Unidos fue capaz de decir: “mil y mil gracias por los subsidios (agrícolas extranjeros), porque nos permiten, por ejemplo, comprar trigo barato y convertirlo en pan y pasta, que son productos de consumo popular”. Y fue capaz de agregar que exportando petróleo y carbón financiaríamos las importaciones, incluidas las industriales, falacias que imponen las potencias económicas globales, las cuales, precisamente, son potencias porque en sus países nunca han actuado así. Ni bobos que fueran.
Cuando se acercan las elecciones, decía con humor un amigo, aparece en Colombia una nueva ocupación: Ingeniero Electoral, una manera de señalar que llegó la temporada de las interminables cábalas sobre cómo se repartirán los votos y quiénes serán los ganadores.
No me cansaré de repetir que las altísimas tasas de desempleo y empleos precarios son un problema que determina a Colombia, por dos razones: el sufrimiento social que provocan y, además, porque están en la base de los problemas de todos los tipos que padecemos.
Milton Friedman, el premio Nobel de Economía y uno de los padres de la teoría neoliberal, tiene una frase famosa que dice así: “hay una y solo una responsabilidad social de las empresas, cual es la de utilizar sus recursos para conseguir utilidades”.
Para hablar de educación, voy a empezar diciendo que todo progreso de la Humanidad, toda riqueza, proviene del trabajo, del trabajo simple o del complejo, pero del trabajo. Las pirámides de Egipto ¿Qué son? Trabajo. Un celular ¿Qué es? Trabajo. A un avión le pasa lo mismo. Pero además agrego algo muy muy importante: todo progreso del trabajo, y de la Humanidad, en últimas, proviene del progreso, del avance, del desarrollo, del conocimiento.