El pasado mes de septiembre, los investigadores de la Cepal en Colombia Juan Carlos Ramírez y Johan Manuel de Aguas, presentaron el Índice de Competitividad Departamental, cuya escala va de cero a 100 e integra resultados en cinco dimensiones de análisis: i) Fortaleza de la economía, que incluye variables relacionadas con la estructura socioeconómica, comercio exterior, entre otras; ii) Infraestructura física y social; iii) capital humano, integrada por variables relacionadas con el desempeño en salud, educación, género, entre las más importantes; iv) ciencia, tecnología e innovación y v) Instituciones, gestión y finanzas públicas.
El estudio realiza una evaluación denominada de largo plazo, que va desde el año 2000 hasta el 2015, junto a una de corto plazo, que contempla el periodo 2012-2015. Más allá de esta periodización y de que en el corto plazo se presenta una leve mejoría en algunos pocos indicadores, el resultado de conjunto es bastante pobre: el Tolima se ubica en el puesto 12 con un índice de 48.1, muy por debajo de Cundinamarca/Bogotá (98.2) y de otros departamentos similares al nuestro en cuanto a población, PIB per cápita, entre otras variables, tales como Caldas (70.7), Risaralda (67.3) y Quindío (59.4).
El informe en mención señala que, por ejemplo, en la dimensión de infraestructura el departamento se encuentra estancado desde el año 2000, lo cual ha conducido a que el índice en este ítem llegue apenas a 58.8, frente al 73.4 de Caldas, 72.7 de Santander, 72 de Risaralda y 70.1 de Quindío.
Lejos estamos de nuestros vecinos en materia de infraestructura, tanto física como social. De igual forma, al estudiar el comportamiento de la dimensión relacionada con el capital humano, si bien el Tolima fue uno de los departamentos que presentó algún avance relativo, el índice de 49.4 está lejos de alcanzar los guarismos logrados por Cundinamarca/Bogotá, cuyo índice de capital humano llega a 90.2.
Pero sin duda, la dimensión de competitividad evaluada por la Cepal en la que el desempeño es más precario, es aquella relacionada con ciencia, tecnología e innovación. Allí, el puntaje obtenido es apenas un vergonzoso 25.5, es decir, la mitad del índice alcanzado por Risaralda (50.1) y casi tres veces menos que el desempeño competitivo alcanzado por Caldas (71.1); superar a los departamentos más pobres del país como Chocó, Córdoba, Putumayo o Guaviare, no debería ser motivo de satisfacción. La comparación debe hacerse con aquellas regiones de similar desarrollo relativo. Y en este escenario, el rezago, estancamiento e incluso retroceso es evidente.
Los resultados anteriores no deberían sorprendernos. Son reflejo de la estructura empresarial del departamento y de la ciudad capital. Como se sabe, la mayor parte de las empresas del Tolima se concentran en comercio y servicios. Es decir, el Tolima no crea bienes ni tiene una vocación transformadora. A su vez, esta estructura económica y empresarial está condicionada negativamente por el atraso en materia de ciencia, tecnología e innovación.
Precisamente, en un estudio que realicé junto a un colega economista sobre brechas tecnológicas en los departamentos de Colombia, se evidenció el atraso relativo del Tolima en cuanto a generación de patentes, penetración de internet, cobertura en educación superior, entre otros indicadores que podrían impactar positivamente el avance productivo de la región.
En este sentido, debería hacer parte de la agenda de los futuros gobernantes una política de largo plazo de avance científico-tecnológico. Sin resolver el cuello de botella educativo y tecnológico, difícilmente se podrá transformar radicalmente nuestra estructura productiva proclive a la comercialización.
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