Recientemente, ha sido objeto de debate en el Concejo municipal el presente y futuro del programa conocido como “Universidad Humana”, impulsado desde la administración del exalcalde Luis. H. Rodríguez. Este programa, que buscaba ofrecer educación superior gratuita a diez mil personas de estratos uno, dos y tres hoy naufraga en el mar de incertidumbre y la falta de planeación que caracterizó a la anterior administración municipal.
En este contexto, se conoció que el programa adolece de serios problemas que pueden poner en entredicho su continuidad. Uno de ellos está relacionado con las fuentes de financiación, cuyo componente central depende de la generación de superávit por parte del municipio. Así las cosas, sin una fuente de financiación estable y segura, la continuidad en el tiempo de esta iniciativa podría verse afectada.
Pero existe también otro grave problema, relacionado con los índices de deserción del programa. En una reciente nota publicada en El Nuevo Día, se advierte que el contralor encargado señala cómo “de mil 297 alumnos que ingresaron y fueron beneficiados, actualmente solo quedan 497”. Y más adelante, que “Un gran porcentaje de las personas que no continuaron lo hicieron por irresponsabilidad, por falta de compromiso”.
Ante esto, se ha defendido la propuesta reciente de la alcaldía encaminada a hacer firmar un pagaré a los estudiantes, con el fin de que sientan un mayor compromiso para terminar sus estudios y evitar el detrimento patrimonial que significa la elevada deserción.
Más allá de evaluar la conveniencia o no del mecanismo del pagaré, me llamó la atención la ligereza con la que, a mi juicio, se ha planteado el asunto de la deserción estudiantil por parte de las autoridades. Nada puedo decir en esta columna acerca de si los estudiantes que abandonaron son irresponsables o no, pero sí quiero llamar la atención sobre el hecho de que la deserción escolar –en especial en educación superior- no se explica solamente por motivos económicos o de irresponsabilidad.
Uno de los factores que más resultan impactando sobre la deserción, tiene que ver con los serios problemas de formación que provienen de la educación ante universitaria, las graves deficiencias en el desarrollo de competencias básicas de lectoescritura y razonamiento cuantitativo. En suma, analfabetismo funcional. Esto conduce a que el grueso de la deserción se concentre en los primeros semestres, como consecuencia de que los estudiantes no logran adaptarse al nivel de exigencia de la vida universitaria y terminan reprobando varias materias básicas en más de una ocasión. La sensación de fracaso escolar se va incubando y esto deviene en fuente de desmotivación para continuar los estudios o simplemente resultan perdiendo el cupo por su bajo rendimiento académico.
Esto es particularmente comprensible en el caso de jóvenes de escasos recursos, quienes generalmente provienen del sistema educativo público, el cual presenta importantes rezagos en materia de calidad, como lo muestran los resultados de las pruebas saber. Además de todo lo anterior, un ambiente familiar y sociocultural que no estimula el desarrollo de actitudes que fomenten estas competencias, se convierten en caldo de cultivo para el fracaso escolar.
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