PUBLICIDAD
Ya desde el gobierno no repiten la palabreja, pero han extendido la medida por otros tres meses, haciéndola todavía más discriminatoria, dado que en la práctica ya se levantó la cuarentena para el resto de la población.
De manera espontánea e inesperada se levantó una masiva “rebelión de las canas” contra la medida. Trinos y chats en redes sociales, columnas de prensa, debates radiales, y hasta un webinar organizado por el centro de pensamiento LIDES con la participación de Rudolf Hommes, Clara López y Humberto de la Calle han propiciado un amplio debate público que se ha trasladado al ámbito judicial con tutelas, demandas y acciones populares contra esa medida.
Mientras los jueces deciden sobre su constitucionalidad, es conveniente analizar su conveniencia y utilidad. La conclusión es que se trata de una respuesta poco eficiente frente a un problema real.
La intención del gobierno es correcta. Los mayores de 70 años son más vulnerables a la amenaza del coronavirus, y por eso el 49.3% de los muertos por el virus pertenecen a este grupo etario; además su posibilidad de supervivencia frente al contagio es menor, dado que fallecen el 26% de los adultos mayores infectados mientras que solo mueren el 4% de las personas entre 30 y 70 años que se contagian.
No es posible disminuir esa vulnerabilidad porque se debe a factores propios del envejecimiento y a la mayor presencia de comorbilidades, es decir otras enfermedades que se complican con el coronavirus. La estrategia adecuada es reducir el número de setentones infectados. Pero para saber si el confinamiento total sirve para ello, hay que responder la pregunta que titula esta columna: ¿Dónde se contagiaron? ¿en la calle, o en sus propias casas?
Una primera pista es que su tasa de contagio es similar que la de los más jóvenes. En Colombia hay 3 millones de personas mayores de 70 años, el 6% de la población, de los cuales se han contagiado 1.802, es decir 610 por millón, mientras que para el grupo de 30 a 70 años era 630 por millón. La estrategia de confinamiento total no parece haber servido para reducir la tasa de infección entre los mayores.
Hay dos posibles explicaciones a esta inutilidad. Que los adultos mayores no hayan cumplido la orden y siguieron saliendo a las calles sin ninguna protección como algunos jóvenes irresponsables, o que los hayan contagiado en sus casas. Parece más probable la segunda, sobre todo en los mayores de 80 años.
La estrategia debe cambiar: permitir la salida de los mayores, pero educar a los jóvenes para que se cuiden más y no lleven el virus a sus casas donde están infectando a sus “abuelitos”.
Comentarios