Alfonso Reyes, el Criminólogo tolimense (II)

Mauricio Martínez

El profesor Reyes tenía una visión crítica de la “Cuestión criminal”, a la manera de los “socialistas jurídicos” de los años 30 y que hoy correspondería a la de los neorrealistas ingleses, posición cercana a la de su alumno Emiro Sandoval, considerado propiamente un “criminólogo crítico”. Defensor de posiciones garantistas respecto de los principios y categorías penales como cuando se oponía a las expresiones vagas e imprecisas que se manejaban en el Estatuto de Seguridad de los años 80 para juzgar civiles por parte de la justicia penal militar que castigaba las “ofensas” o comportamientos “subversivos”, o porque suspendía el ejercicio de derechos como el de locomoción o de expresión. Como si estuviera viviendo las mismas circunstancias del año 2020 que fundamentaron la tutela de la Corte Suprema para defender el derecho a la protesta pacífica, criticaba que las fuerzas militares “hubieran absorbido estructural y funcionalmente a la policía nacional” o porque “suplantaba a la policía en su clásica función de vigilancia”. En fin, sentó los fundamentos de un Sistema Penal Acusatorio para nuestro país y del “equilibrio de partes” en el debate procesal, exigiendo que Acusador y Defensa tuvieran igualdad de oportunidades para controvertir pruebas, etc. Defendiendo la jurisdiccionalidad, el profesionalismo y estabilidad de los jueces se preguntaba con dignidad, “¿será posible entonces esperar un juicio imparcial cuando el juez está juzgando a su propio enemigo?”
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El convencimiento de Alfonso Reyes de que la situación de penuria en que vive la mayoría de los colombianos es la causa principal de la criminalidad, lo hizo asumir actitudes claramente antagónicas frente al sistema penal, en el campo de la judicatura y de la ciencia. Sostenía por ejemplo que el “agudo desequilibrio profundiza los antagonismos de clase y genera explicables reacciones de inconformidad y de violencia del sector desposeído y explotado hacia el sector que detenta el dominio de los medios de producción: reclamaciones laborales, mítines callejeros, huelgas a las cuales se responde con intransigencia patronal, declaración de ilegalidad y represión jurídica y de hecho, con resultados previsibles en el ámbito de la criminalidad y de la conducta desviada en general”(1984).

Le preocupaban igualmente al profesor tolimense los delitos de los poderosos, a quienes identificaba como “caballeros de la industria, el comercio o las finanzas”, de los que estudió la evasión tributaria, las manipulaciones en la bolsa de valores para absorber pequeñas o medianas empresas, el dumping de productos farmacéuticos; denunció así mismo la criminalidad de las multinacionales que explotan recursos naturales de países subdesarrollados como el nuestro. En fin, en su corta pero fructífera existencia alcanzó a denunciar desde la Criminología situaciones que se vivían en décadas pasadas pero que parecen dichas para la actualidad –difícil de resumir en una columna-, como, en sus propias palabras, “el status socioeconómico o sociopolítico del criminal de cuello blanco… preocupado por aparecer como un ciudadano ejemplar y por eso defensor a ultranza de la legalidad que garantiza el orden público necesario para acrecentar su poder… por eso se convierte en filántropo, pero su patriotismo va hasta donde sea compatible con su enriquecimiento…”, etc. (Criminología 1984).

MAURICIO MARTÍNEZ

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