Fue construido, aproximadamente, 12 mil años atrás en donde está la actual Tell es-Sultán, después fue trasladado a donde están sus ruinas, en el valle del rio Jordán, cerca al mar Muerto. Encontrándose a 260 metros bajo el nivel del mar, se puede llamar la ciudad más antigua y más profunda de la tierra. El patrón urbano conocido hoy, nació hace ocho mil años cuando en el NeolÃtico se iniciaron cambios culturales, creando ciudades estado con estrechÃsimas calles, casas de adobe, madera y caña y un ágora o plaza protagonista de la vida pública. Un modelo creado en función del ciudadano y que, sin entrañar ningún riesgo, sus vÃas peatonales eran compartidas por gente, coches y caballos.
Hace cerca de 150 años, la ciudad empezó a convertirse en un aglutinado, consecuencia de procesos históricos y económicos influenciados por factores que no se controlaron a tiempo, como la explosión demográfica y la urbanización comercial e industrial. Para solucionarlos se propuso construcción de altos edificios que cambiaron el paisaje urbano. Hace 80 años apareció el automóvil invadiendo la nueva urbe y, acostumbrándonos a su dependencia, minimizamos los espacios democráticos en donde se podÃa caminar y socializar. Grave falencia que perjudicó la sana convivencia, la comunicación y la relación entre la gente porque, por antonomasia, el espacio público apoya la experiencia individual y colectiva, siendo el lugar en donde se concretan sentimientos de pertenencia, identidad, participación y solidaridad.
Ibagué, nuestra capital, que alberga 500 mil habitantes, no ha sido ajena a esta transformación. Hoy la vemos convertida en un conglomerado que no responde a su sostenibilidad, pero que continúa expandiéndose sin control, con un entorno urbano, social y humano sin señales de identidad ni pertenencia y, siendo cada vez, más caótica, desalmada y agresiva. No amigable, saludable, ni amable con niños, adultos, ancianos y, sobre todo, con los discapacitados porque sus espacios públicos como calles, andenes, parques y plazas, no son suficientes ni adecuados, como tampoco de buena calidad, por tanto, estimulan la exclusión, la desigualdad y la violencia.
Por lo anterior, como Ibagué no responde a las necesidades humanas de vecindad, solidaridad y sostenibilidad, podrÃa decirse que es una ciudad para sobrevivir, mas no para vivir amablemente. Grave. Porque una ciudad sin conciencia de su espacio público, no puede ser tomada como referencia, por tanto, es una ciudad a donde un turista no quisiera regresar, por ende, destinada al olvido. Entonces, próximo Alcalde de la Ciudad, si hay voluntad, en sus manos está iniciar el cambio.
Post Iscriptum/ El próximo jueves, Circulación Ciudadana & VehÃculos
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