Ibagué, capital musicalmente ruidosa de Colombia

El ruido es producido por ondas sonoras sin periodicidad, y representan un contexto auditivo desagradable, caótico y anárquico que genera contaminación acústica sobre ambientes urbanos o rurales.

El sonido es producido por ondas periódicamente repetidas, ocasionadas por vibraciones con frecuencia, intensidad y timbre, por ende, placentero de escuchar. Sin embargo, cuando es muy agudo puede volverse excesivamente irritante. En este caso, junto con el ruido se convierte en efecto negativo que provoca peligro a la salud, perturbación a la tranquilidad cotidiana, trastorno en las actividades humanas, degeneración del ambiente y deterioro de los ecosistemas.

Tiempo atrás, Ibagué se auto denominó “Ciudad Musical de Colombia”, pero la Unesco nos birló la vanagloria porque designó a Bogotá “Ciudad de la Música”. Entonces, a Ibagué se le acomodó como marca: “Capital Musical de Colombia”. Pero, más bien podría tener el mote de “Capital Musicalmente Ruidosa de Colombia”, porque con todos los ruidos y sonidos desagradables que a diario emite, origina una cacofónica sinfonía de la cual todos somos compositores, ejecutores y oyentes.

La arrítmica composición la conforman todo género de emisiones auditivas, siendo la musical la más fastidiosa. Desde el amanecer se oye música estridente en vecindario, iglesias, taxis, busetas, supermercados, ventas ambulantes, negocios que creen atraer clientes situando monumentales bafles en los andenes obstruyendo el libre paso del peatón y, con o sin permiso de la autoridad, en parques, plazoletas y, hasta en los bajos de la Gobernación. 

Además, se suman los producidos en áreas con mezcla habitacional y actividad comercial nocturna. Todos sin excepción, producidos por equipos con inoperantes manejadores convencidos que a mayor volumen, mejor sonido.

Día y noche, noche y día, sin pausa, sin descanso, se vive un incómodo rumor de fondo. Qué pesar. Desaprendimos a escuchar, perdimos la sensibilidad auditiva, dejamos escapar una parte importante de nuestra cultural dejándonos sofocar por un maremágnum incomprensible que eliminó la biodiversidad de pequeños, variados y encantadores sonidos, como los de la naturaleza, la voz normal del vendedor ambulante, la campanita de las paletas, música imperceptible, el canturrear de cualquier vecino, la inaudible voz de una madre que cariñosa le habla a sus hijos, etc. 

La Organización Mundial de la Salud sancionó los ruidos y sonidos estridentes, como motivantes de ciertas patologías psicológicas, además tenemos una Constitución que dizque nos protege, pero acá la autoridad no se da por enterada.

Entonces, los ciudadanos tenemos que concientizarnos y bajarle al volumen, el no hacerlo nos puede llevar a la locura. Es necesario que nos propongamos volver la Ciudad un oasis en donde se reanude la escucha de nuestros sonidos típicos. Podría funcionar como atractivo turístico y, convertir el cambio en una marca-ciudad que afirme: Ibagué, Capital silenciosa y musical de Colombia.

Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA

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