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Porque algo no cuadra tras el análisis de los datos entre la fantasía expuesta y la realidad que se vive, se siente y se palpa en Ibagué.
En primer lugar, porque se describe otra Ibagué, una en una realidad paralela donde los problemas estructurales están resueltos o muy próximos a solucionarse, ciudad que avanza y desarrolla como gran metrópolis; pero contra la que existe de verdad donde el problema del suministro y calidad del agua es crítico aún, las vías siguen colapsadas y en pésimo estado en su inmensa mayoría, el desempleo y la inseguridad son palpables y la informalidad comercial se tomó no solo calles y andenes si no parques, espacios públicos, entradas a oficinas y...
El discurso y los datos dan cuenta de avances en obras físicas y de calidad de vida, pero al cotejar con lo social y humano como que más del 60 por ciento de los hogares ibaguereños no tengan para comer tres veces al día, salta a la vista una condición bastante bizarra entre la imagen presentada y la realidad.
Ese discurso expresado estaría bien para hace dos años, pero en su recta final ni convence ni es creíble. Surge entonces la duda de si nadie de sus cercanos o de su equipo le habrá hecho la pregunta simple: cuál es el legado REAL que le va a dejar a los ibaguereños que confiaron en él, en sus promesas, su discurso y le votaron; pero también para con quienes no lo hicieron, pero sí respaldaron el ejercicio democrático. Incluso, cuestionarlo sobre algo más simple: cuál es su gran obra, el mojón o referente de su paso por la Administración local, lo cual todavía no se ve en el horizonte.
Inclusive, en aras de lo justo con lo expresado por Andrés H. en su rendición de cuentas, se observa que en lo que mejor va y podría visibilizar más no lo hace, es decir, la educación; no en cuanto lo ya sabido de retraso en infraestructura o algunos hacinamientos, sino porque el equipo liderado por Juan Manuel Rodríguez ha sido efectivo y eficaz en responder a los incendios y los reclamos ciudadanos, dar respuesta y soluciones temporales que han evitado una enorme conflagración del sector.
Pero en fin, eso que todos llamamos y conocemos como voluntad política es lo que parece faltarle al mandatario local, porque no se trata de culpar a los colaboradores ya que la variable es simple, un equipo directivo con tan alta rotación como el de la Alcaldía de Ibagué, demuestra que la cabeza no tiene orden ni sabe para donde ir ni a qué impactar. Por eso, alguien debería sugerirle con buen tino al mandatario ibaguereño pensar que 17 meses aún son un largo trecho, donde hay espacio para maniobrar y enderezar el rumbo si él quiere, pero eso requiere de lógica, sentido común, estrategia y dirección, donde el ego y la soberbia deben ser lo último en escuchar.
Y para terminar esta columna acorde al suceso analizado, o sea, al estilo discursivo observado en la rendición de cuentas, lo haremos tomando la epistemología de falsos profetas y fariseísmo; por tanto, pongamos a Dios por delante siempre para tratar de justificar no cumplir nuestras responsabilidades mundanas y que sea el Señor Todopoderoso quien ilumine, guarde y sea el único que le pida cuentas a nuestro mandatario, para que nosotros los pobres pecadores, hombres de barro hijos de Adán, no le exijamos explicaciones públicas de su actuar con nuestros recursos y dineros que afecta el futuro de toda esta hermandad ibaguereña bendecida por el Altísimo. Así sea.
Coletilla: estamos a siete días de un hecho histórico en Colombia, Gustavo Petro, primer político claramente de izquierda y exguerrillero jurará como Presidente. Hay Muchos templando dientes y apretando nalga por lo que pueda pasar. Esto lo definen tres palabras: cambio, incertidumbre y zozobra.
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