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Nada cambiará significativamente en el país en los próximos 12 meses en cuanto a lo económico y lo social como muchos esperan de forma ilusoria.
Y no habrá tal cambio inmediato porque es a partir de hoy que comienza el camino tortuoso de las reformas que propuso el presidente Petro y por las cuales le votaron más de 11 millones de colombianos y 10 millones más por el otro candidato antipartidos y políticos.
Camino empinado y de espinas que inicia con el trámite de las mismas en el Congreso de la República, donde precisamente están concentrados los defensores de intereses específicos que no quieren ser cambiados de forma abrupta ni rápida. Además porque en gran medida en las curules (sean de la coalición o no), están los representantes de los intereses políticos regionales quienes, por su puesto, no querrán a un Gobierno nacional todopoderoso, que desde campaña prometió dejarlos por fuera del escenario político, con todas las facultades y las reformas hechas en tan solo un año, para que no los requiera más, pero sí calme a una ciudadanía que ha demostrado una corta paciencia al reclamar los cambios esperados. Y de ñapa, un Ejecutivo central con toda la posibilidad de interferir y presionar en las elecciones regionales del 2023 donde se concentra la retaguardia política del Congreso.
Y no olvidemos que el nuevo Gobierno tiene en sus huestes a buena parte de los mismos con las mismas, que hicieron de lo mismo en los pasados gobiernos colombianos; buena parte de sus Ministros, asesores y directores son de la vieja y rancia clase politiquera nacional.
A todo lo cual se suma que plata no hay, la olla del presupuesto quedó raspada, se requieren los billones de la reforma tributaria que llegarán hasta el año entrante, hay que pagar la deuda pública interna y externa, se tiene muy poco margen para modificar el presupuesto de la actual vigencia y se deben priorizar inversiones en lo social, la salud, la educación, el agro y la infraestructura pública. ¡Ah! Y la economía del mundo pareciera estar entrando en recesión.
Y como muchos en varias partes del país se sienten dueños del Gobierno del cambio que inicia, comenzarán a reclamar que los recursos lleguen primero a su sector o región, antes que a otro; otro conato de incendio que debe apagar en las primeras del cambio.
Por eso, lo mejor, más sensato y serio que podemos pedir es paciencia a todos y contribuir desde nuestras esquinas a que las cosas fluyan poco a poco, en la medida de los tiempos y el presupuesto de lo público, para no generar falsas expectativas y desilusiones más profundas.
Esperemos que al presidente Petro y a la vicepresidenta Francia les vaya bien, que tomen las mejores decisiones con prudencia, paciencia y sapiencia, sin olvidar que este aún es un país dividido y radicalizado, lleno de heridas abiertas y poco cicatrizadas. Si a ellos les va bien y se les apoya y critica constructivamente como es debido, a todos nos irá bien. Buen viento de cola, buena mar y un horizonte despejado en este inicio. Feliz inicio del primer año.
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