Petro, Uribe y Verónica

Nelson Germán Sánchez

Una cosa es el diálogo democrático para buscar consensos entre el disenso y otra muy distinta es la imposición o radicalización de las ideas o las propuestas inamovibles, para llegar a una mesa o un escenario de debate y decisión del poder público. Eso parecemos tenerlo claro millones de colombianos de todas las tendencias, menos quien debería priorizarlo como un mantra diario en su ejercicio: el Presidente Petro.
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Tal pareciera que el Presidente duró tanto en la oposición, tratando de llegar al poder de la primera magistratura del Estado, que parece que a lo único que se acostumbró fue a la crítica y la confrontación retórica incendiaria;  lo ha demostrado en sus casi dos años en el poder presidencial. Porque pareciera que su propósito es separar y destruir y no unir y buscar convivencia pacífica y resoluciones. 

Se comporta como un Presidente para unos colombianos, creando bandos entre ciudadanos supuestamente buenos y supuestamente malos -la marcha de la vida y la marcha de la muerte-, según su borrosa y miope mirada; eso sí, dependiendo de si piensan como él, lo apoyan ciegamente, no lo critican o se atreven a pensar distinto sobre posibles salidas o alternativas a las diferentes temáticas y problemáticas nacionales. 

Que cosa tan particular genera el poder, Petro cada día se parece más al Uribe de finales de su primer mandato y su segundo período -hagan una pequeña búsqueda y verán-, cuando Uribe creía ciegamente que su “jugadita” para quedarse en el poder indefinidamente le iba a salir, que nadie iba hacer nada o la sociedad colombiana debía creer obsecuentemente que él era un mesías y el único capaz de llevarnos a tierras de gloria, de ríos de miel y pan. 

Nuestro mandatario actual debería hacer un esfuerzo mental y pragmático y aprender un poquito de lo sucedido con la reforma pensional, que fue la muestra de que cuando él no metió su blanca nariz en la asunto, este fluyó entre puntos equidistantes logrando concretarse pese a distintas fuerzas políticas, intereses y miradas sobre el tema. Eso no quiere decir que como quedó sea buena la reforma o lo máximo en beneficios -especialmente para los jóvenes-, no, es solo para señalar que en lo procedimental y sin el comportamiento errático y casi venático de nuestro Presidente, pues se concretó en tiempo récord.

Si Petro se sintiera con el total respaldo de las mayorías sociales que dice tener, no saldría desesperadamente a lo que ha llamado diálogos del Gobierno en los barrios Populares. Sabe que necesita encender la llama de la desesperanza, avivar la rabia de los sectores menos favorecidos hacia los otros, inconar la herida de las luchas de clases, meter miedo con que el país se acaba mañana sí no está él o no lo dejan hacer lo que se le antoja. 

Un político curtido como él tiene la información precisa de que en los grandes centros urbanos del país, no solo las capitales, la gente le perdió fe, ya no le cree, los escándalos de corrupción en su Gobierno, de su gente cercana y  nombrada por él le están cobrando factura en credibilidad y en seguidores desilusionados y, por tanto, necesita ir a crear un relato distinto y forzarlo para ver si cuaja. 

Simplemente se trata de crear el enemigo interno, que en esa creación mental son “aquellos riquitos” que no quieren dejar que gobierne y esa clase media - que la nombra genéricamente y no se detiene a detallar- para que así odien a quien pueda tener hoy su casa propia, un carro viejo, pague el estudio a sus hijos, no tenga deudas y pueda irse a dar un pequeño paseo a alguna parte.  

El Presidente no ha podido vender ni informar con contundencia o crear una estrategia comunicacional efectiva sobre los logros tenidos, como la baja del desempleo, algunas obras de infraestructura transcendentales o el aumento de turistas y divisas al país por ese aspecto; Trata sí, de esconder, que las masacres no han parado, que los desplazamientos tampoco y la muerte de líderes sociales, indígenas y campesinos continúa por doquier, nada que se detiene el reclutamiento de niños y niñas para la guerra, que los grupos ilegales toman más y más fuerza en regiones de Colombia aupados por organizaciones internacionales del narcotráfico. Y los escándalos de corrupción de su equipo y cercanos crecen como espuma.

Sería mejor, para lo que queda del mandato, que nos acostumbráramos a que si es verdad como han indicado tantos medios de comunicación que es su esposa la que piensa, manda, hace acuerdos y desarrolla estrategias, pues entonces que fuera ella quien tendiera los puentes y diera las garantías de puntos intermedios entre posturas diferentes para sacar adelante los proyectos y las reformas -que nadie duda- el país necesita y para poder avanzar en las mesas de negociación hasta con los grupos ilegales armados, que cada día se ven más enredadas. 

Que mejor que ella, porque además tiene el poder de la almohada y los secretos de Petro, y una buena garantía para que todo avance y fluya sin que el Presidente elocubre y enrede todo, y con eso evitemos meternos en ese bucle de bloqueo y quietud en los cambios reales que necesitamos. Además, este es el momento de las mujeres ¿no? Sé que no se puede, que no está en el marco legal, ya sé que ella no es funcionaria pública, no se votó por ella ni tiene responsabilidades de Estado, pero ni modo, ahí está.

 

Nelson Germán Sánchez Pérez

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