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Aprobados los planes de desarrollo, los presupuestos globales, las partidas, los proyectos de inversión y ejecución no queda más que la conciliación y armonización presupuestal que en nuestro caso del Tolima, coincide con un mes “muerto” pero importante para la economía local: junio y las festividades de San Juan y San Pedro. Podríamos decir que a partir del próximo primero de julio, es decir, en 28 días aproximadamente, la puerta de los sustos de los mandatarios, en nuestro caso de nuestras mandatarias de la Gobernación y la Alcaldía de Ibagué, quedan abiertas.
Se acabaron las excusas de los mandatarios, secretarios, directores y funcionarios de primera línea sobre estar aprendiendo, formulando el plan, escuchando las necesidades de la gente y empatándolas que el programa de Gobierno que ganó para convertirlo en el plan de desarrollo aprobado, que es el derrotero de la visión y de la inversión para los próximos tres años y medio de gobierno, que dicho sea de paso, si es certero y puntual cambiará la vida, destinos y territorios y si es gaseosamente equivocado será un decepción más y un canto a la bandera.
El que hace, hace y el que no es mediocre, politiquerito o pusilánime. Así de sencillo. Nada de que mi equipo está en eso, que me falta plata, que los procesos públicos complejos, que estoy pensando, planeando o aportando a lo macro del Gobierno; cada loro en su estaca. Porque para eso en el Estado existe el principio de planeación, objetividad y oportunidad, donde tuvieron seis largos meses, 26 largas semanas, la nada despreciable cifra de 4.380.005 horas para diseñar el arranque. Que no pueden haber sido hora nalga, sino de poquísimo sueño y mucho hacer, porque para eso están ahí; por buenos, por recomendados o por los padrinos y alianzas políticas, pero para cumplir con la enorme responsabilidad de proponer y llevar a acabo salidas a las necesidades sentidas de nuestra región, como me dijo un importante dirigente nacional con el que diserté hace unos días: “La gente espera es resultados al corto, mediano y largo plazo, no disculpas ni excucas ni globos”.
Las necesidades de nuestros paisanos en las subregiones son tan urgentes y complejas que lo que menos requieren son discursos, campañas, disculpas o programas para estudios, análisis, diagnósticos o capacitaciones ortodoxas, anacrónicas y puestas con los ojos en el siglo XX y no en el XXI en que estamos.
Tal vez muchos, o algunos, crean que la dinámica política y de la administración pública es la misma que la de hace 4 años, dos años o el año pasado, pero parece que sufren de miopía conceptual. No han visto lo que pasa en España, en Argentina, Salvador, Venezuela e inclusive Estados Unidos, el ciudadano político cambió, el votante mutó, la persona de a pie ya no quiere ni teorías ni nombres bonitos e impactantes de campañas lanzados al azar. El ciudadano, el campesino de hoy, quien vive en la zona apartada y la el conurbano de las ciudades quiere soluciones viables a problemas concretos con cifras, tiempos y avances medibles. Las personas ahora estudian más, tienen más herramientas de consulta a su alcance, preguntan, dudan, comparan, buscan y consultan.
Por eso y como dice un amigo mío, es bello que las redes, el internet, las herramientas digitales hayan interrumpido nuestra realidad cotidiana con sus cosas buenas y no tan buenas. Porque han hecho que la gente hasta se pregunte y se cuestione sobre sí misma, la realidad, la sociedad y lo que otros le dicen.
Bienvenidos entonces los planes de desarrollo en el Tolima y en Colombia. Bienvenidas las acciones, ejecuciones, soluciones y los hechos concretos. Ya no hay disculpas para no hacer.
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