Presidente autista, oposición liliputense

Nelson Germán Sánchez

A lo que asistimos ayer en vivo y en directo los colombianos a través de la televisión y redes sociales, al instalarse las nuevas sesiones del Congreso de Colombia por parte del presidente Gustavo Petro, precisamente en el Día de la Independencia nacional, es la muestra clara de la decadencia política y el ramplón “liderazgo” democrático en que está sumido el país.
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Vimos a un Presidente extremadamente autista, que vive en su propia realidad, que desconoce la circundante, así como evade los hechos, las situaciones críticas que lo rodean y que menguan su credibilidad y lo más importante: atentan contra la vida económica y democrática de la nación. Que usa frases prefabricadas y de cajón como que asume la responsabilidad política por los continuos casos de corrupción en que se ha visto envuelto su mandato desde hace dos años y en la campaña presidencial misma, pero que no toma decisiones de fondo en concordancia con ello, como renunciar o pedir las renuncias a quienes en ellos se han visto íntimamente involucrados, de ministros para abajo; personajes que llegaron al cargo con su beneplácito, bendición, apoyo incondicional y cercanía. Es decir, sin ruborizarse se pone al mismo bajo nivel de acción real frente a la corrupción que sus antecesores Duque, Santos y Uribe.

Pero tan bien vimos a una oposición bien pequeñita, enanita en moral e ideas, al recurrir a ataques personales al mandatario sin centrarse en asuntos de fondo como las ejecuciones e inversión pública en su mandato, el deterioro evidente en el orden público y la seguridad, las matanzas que continúan y su falta de precisión en hacia donde va a conducir al país en esa materia y en la recuperación económica que se necesita hoy.

Mientras nuestro mandatario nacional sigue en su idea absurda e irreal de querer presentarse como un mecías al que quieren martirizar, al que supuestamente no lo dejan hacer y a todo se le oponen. Pero se olvida que tiene todas las herramientas legales, presupuestales y ejecutivas a su servicio y lo que debe hacer es trabajar para usarlas en los tiempos y formas establecidas, y si quiere cambiarlas debe tomar el camino perentorio para ello y no pensar que Colombia y el mundo deben “ajustarse” a sus afanes, hipótesis y teorías de querer hacer las cosas a su antojo y capricho. Él mismo se ha dedicado a socavar todo aquello por lo que fue elegido democráticamente, le creyeron y respaldaron en las urnas: lucha contra la corrupción, implementación de los acuerdos de paz, cuidar la vida de lideres sociales y hacer crecer sectores de la economía para generar empleo. Su excesiva elocubración, dedicarse a la pensadera, la teoría, la ideas en abstracto, la retórica excesiva y a impulsar una lucha de clases entre supuestos ricos y clase media malos y pobres y desvalidos buenos, le ha quitado buena parte de sus energías y le ha robado el tiempo para dedicarse a gobernar con acciones, hechos y soluciones.

Mientras, la oposición se dedicó a pedir y señalar a Petro lo que poco o nunca hicieron como frenar y enfrentar la corrupción en los gobiernos pasados, de los que fueron socios y partícipes, de dejar las inversiones para sectores sociales y regiones apartadas del país como última prioridad y como un relleno presupuestal en la nación, buscar todas las trabas administrativas y legales posibles para no poner en marcha lo logrado en los acuerdos de paz, mantener privilegios excesivos para ciertas empresas, multinacionales y altos salarios del Estado. Hicieron gala de una conveniente memoria selectiva frente a las embarradas y escándalos de Uribe, Santos y Duque.

Como se nota, lo que vimos en el Congreso ayer en esa instalación oficial de nuevas sesiones fue lo mismo de siempre, unos sectores políticos incapaces de  asumir -no de reconocer- sus propias culpas, fracasos, inoperancia y falta de efectividad al mando del Estado. Excesiva búsqueda de culpas en el otro, miserableza personal cómplice de un lado y del otro, incluso mutismos absolutos, pobreza intelectual y mucha basura conceptual para afrontar los retos que tiene la nación. El espectáculo de ayer, muestra la realidad que vive Colombia hoy: Presidente y gobierno autista, oposición mezquina y liliputense. 

    

 

Nelson Germán Sánchez Pérez -Gersan-

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