Los candidatos y el negocio de la cultura

Cada vez son más las personas que en Colombia viven del negocio de la cultura, especializados en los vericuetos de la contratación estatal o vendiendo proyectos millonarios sobrevalorados en lo económico y en lo necesario,

en detrimento de quienes hacen verdaderamente la cultura o de quienes con exiguos presupuestos intentan montar una obra de teatro, publicar una canción original u obtener una beca de estudios.

Como el Tolima no es la excepción, aquí también tenemos de los mismos y aunque no me opongo a que la gente viva de lo que puede, así sea del erario, si me sorprende que en sus afanes de obtener millonarios dividendos personales traten de destruir y desacreditar labores de peso, claras y transparentes que están a la vista de todos.

Me refiero al Museo de Arte del Tolima y a sus detractores, pero podría estar hablando del Conservatorio del Tolima o de la Facultad de artes o de la misma Universidad de Tolima entre otras instituciones de las que en la calle se habla con el apetito voraz de los hambrientos. ¡Cómo quisieran morder esas hienas sus precarios presupuestos!

Al estar las campañas políticas en su ruta final es el momento para que los candidatos a burócratas y a contratistas, y los hacedores de carruseles y de payasos rodeen a los futuros mandatarios no solamente prometiéndoles sus apoyos políticos sino dándoles cátedra sobre todo lo divino y humano que debe hacerse en Ibagué y el Tolima.

Por supuesto los que nada han construido en su trasegar por el mundo cultural, pero que siempre han vivido del cuento, no encuentran otra cosa mejor para sus fines mezquinos que tratar de destruir lo que otros sí hemos hecho para beneficio incluso de ellos mismos. Y es ahí donde han derramado una lluvia de mentiras sobre lo que hacemos en el Museo de Arte del Tolima.

Un Museo que en ocho años de funcionamiento no ha gastado, incluyendo la construcción de su edificio, la suma que se ha comido el elefante blanco del panóptico sobre el que nadie todavía tiene ideas claras. Que ha realizado más exposiciones y eventos culturales que los que se hicieron en todo el siglo XX en Ibagué. Que ha colocado 12 esculturas públicas de artistas de cinco países diferentes por la cuarta parte de lo que nuestros críticos pedían a la Gobernación para hacer un monumento por quien en su vida ha realizado una escultura.

El solo valor de los 80 centímetros del anteproyecto de ese adefesio es mayor al aporte que la alcaldía nos hace en un año, del cual quedan obras para la colección, miles de niños inquietos con la cultura y dos decenas de exposiciones que al igual que los otros centenares de exposiciones que hemos hecho ellos nunca han visto porque los proto artistas de Ibagué nunca van al museo pues corren el peligro de aprender algo.

Mientras que los detractores de la facultad de artes quieren seguir vendiéndole al Estado costosos cursos magistrales de un solo maestro para unas pocas personas, con esas mismas cifras la facultad contrata tres profesores que trabajan durante todo un año enseñando a un centenar de estudiantes.

El grupo de sabios del que ellos hacen parte, durante esta administración trató de convencer a la Gobernación de hacer un salón de arte tolimense con un costo cercano a los cuatro mil millones de pesos, una cifra tan ridícula que también es superior a todo lo que ha costado el museo durante estos ocho años, repito, incluyendo la construcción del edificio y del cual el gobierno no ha colocado sino un mediano porcentaje.

Esa cantidad es incluso mayor a la recogida por la estampilla de procultura sumadas la Alcaldía y la Gobernación. Tengan presente que este año en el museo se creó el premio tolimense de pintura Julio Fajardo con un costo menor del uno por ciento de esa cifra.

En su ignorancia creen que la corporación sin ánimo de lucro que administra el museo es un organismo del Estado con libre remoción y nombramiento por la Alcaldía de su junta directiva o de su directora, y que los profesores de la facultad de artes o del Conservatorio del Tolima se nombran aleatoriamente por decreto de un secretario de educación.  

Realmente triste fortuna le espera a la cultura tolimense si los futuros gobernantes los tienen a ellos por consejeros y por hábiles contratistas.

Credito
DARÍO ORTIZ ROBLEDO

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