En el centro del mundo, carta abierta al gobernador Barreto

Darío Ortiz

Me dicen que usted, señor Gobernador, ahora está contra los acuerdos de paz y no lo creo. Comprendo que no quiera que durante 180 largos días ni un metro de nuestra tierra tolimense sea estigmatizada por las concentraciones de guerrilleros y su armamento. Pero como la paz al igual que la guerra está construida por grandes hechos simbólicos, siento que allí donde empezó todo, todo debe terminar. Porque fue en la vereda Marquetalia del corregimiento La Gaitania de Planadas, donde 54 miembros de las autodefensas campesinas que antes eran llamados liberales comunistas resistieron a las tropas del presidente Guillermo León Valencia en 1964 dando origen a las Farc. Así que allí en su lugar de origen los acuerdos deben bendecir con la paz lo que ayer maldijo la guerra.

Nuestra tierra, porque es tan suya como mía, como de cada tolimense, ha vivido la violencia desde antes incluso que llegaran los españoles. Participamos con nuestros muertos de la Conquista, del alzamiento comunero, de la Independencia y de todas las guerras que han asolado Colombia. En ninguna hemos dejado de poner nuestra cuota de sacrificio, muertos y protagonismo. De todas nos hemos recuperado lamiendo nuestras propias heridas y perdonando una y mil veces a nuestros enemigos. Lo vamos a hacer una vez más. Pero esta vez no podemos desperdiciar la oportunidad para que la Nación entera sepa quiénes somos y dónde estamos y cuánto merecemos del esfuerzo de Colombia y del mundo para que cambien nuestras condiciones económicas y de miseria ancestral para poder salir adelante. Para que en el futuro los jóvenes tolimenses puedan decidir su vida más allá del destino de las armas y la violencia.

El Tolima necesita mucha inversión para tener algún futuro. Necesita que dejen de cambiarle sus ríos de oro por ríos de lodo contaminado. Que en vez de expoliarle sus riquezas naturales le llegue inversión extranjera. Así que es nuestro deber aprovechar esta coyuntura para que la comunidad internacional venga y mire nuestras dificultades, vean a los estoicos habitantes de Planadas y Villarrica que han soportado todas las guerras; que entiendan cuanto café se saca aún a lomo de hombre por sus caminos de polvo y piedra para que el glamour de París y los ejecutivos de Wall Street se relajen bebiendo el mejor café del mundo. Que todos sepan de la marcha tenebrosa de las columnas de sangre que las llevan décadas mancillando, porque chulavitas, militares, guerrilleros comunistas, autodefensas, bacrim, narcotraficantes y todo agente armado de nuestro país ha pasado por el Tolima dejando tras de sí una estela de miedo, miseria y desaliento.

El sur no necesita lamentos, necesita hospitales. No necesita escuelas de barro con profesores mal pagados, necesita universidades donde se prepare tanta gente inteligente como tenemos, no necesita dos buldócer viejos que afinen nuestros caminos de barro, necesitamos autopistas que salgan al mar para embarcar nuestros sueños. No necesitamos raciones de alimentos como limosna sino proyectos de inversión que den ganancias a sus habitantes. Y nada de eso lo podremos tener con el exiguo dinero que mandan de Bogotá, ni con los préstamos leoninos de la banca.

Por eso tiene que ir gente del mundo entero a untarse sus zapatos de nuestra tierra roja, a llenarse la piel del polvo de nuestros caminos y sudar con el sol que abraza a nuestros campesinos; para ver que allí no solamente tenemos el mejor café del mundo, pagado con migajas, sino a la mejor gente del mundo sumida en la desesperanza
En seis meses a nadie le importará dónde nació y donde terminó la guerra.

Se irán la ONU y los reporteros y los políticos tras los discursos de rigor y ya no tendremos otra ocasión igual de decirles quienes somos y qué necesitamos. No podremos mostrarles cuanto nos ha dañado la guerra. Así que estimado gobernador, serenamente le pido que con mente lúcida no deje de comprender lo que significa ésta oportunidad única de hacer de Planadas y Villarica el centro del mundo. 

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