Realidad del recurso hídrico en Ibagué

Iván Ramírez Suárez

Excelente la idea de la Cámara de Comercio de Ibagué (CCI) representada por su presidente Ejecutivo, Enrique Mejía Fortich, de realizar periódicamente foros abiertos sobre los problemas álgidos de la ciudad y el Departamento.

El título de esta columna identificó al primero y tuvo como escenario el salón múltiple de la sede principal de la entidad convocante.

El emprendimiento de este tipo de eventos por parte de la CCI, no solo muestra un claro compromiso de la nueva Junta Directiva de querer pasar la página tras bochornosos episodios que en el reciente pasado opacaron su imagen, sino que es de enorme trascendencia para contribuir al debate de lo público con los actores estatales, académicos y ciudadanos, en la búsqueda de soluciones reales y concretas a los difíciles problemas que nos aquejan.

Como primera experiencia el foro fue enriquecedor, participativo y de acalorado debate. Realizaron exposiciones el Alcalde, el Gerente del Ibal, el Director de Cortolima, la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios y la Veeduría al acueducto de Ibagué (Vapi).

El alcalde Luis Hernando Rodríguez fue claro en exponer que esa administración “definió con el Gobierno nacional representado por el viceministerio de Aguas”, como solución, terminar el acueducto complementario (Fases I y II) y construir otras fuentes de abastecimiento ya establecidas.

La fase II del acueducto complementario – según el alcalde – tiene un costo de 118 mil 734 millones de pesos y estaría concluida después de realizar 13 obras de interconexión, bombeo, aducción, tratamiento y almacenamiento de agua, siendo la última la construcción de la planta de tratamiento Boquerón, que podría estar terminada en 2030.

Respecto a otras fuentes de abastecimiento, la Administración municipal dice tener listos los diseños para construir una nueva bocatoma de la quebrada Cay y construir el tanque de almacenamiento La Alsacia, en el sector El Salado. Luis H. dijo tener listos los diseños de ingeniería del llamado “Reservorio Corazón”, que almacenaría agua cruda y sería tratada utilizada cada vez que exista turbiedad o problema de captación en el río Combeima. Obras que tienen un valor superior a los 35 mil millones de pesos.

Es decir que, según las cuentas del alcalde, la solución adoptada en conjunto con el Gobierno nacional para atacar el problema del agua, tiene un costo global aproximado a los 150 mil millones de pesos, sin contar el lío jurídico armado con la empresa Acualterno a raíz de la celebración del contrato 060 de 2011, cuyo objeto fue la conexión entre la bocatoma del acueducto complementario y el kilómetro 4.7 Boquerón.

A esta solución le salió la veeduría Vapi, representada en el foro por el ingeniero Luis Fernando Díaz, quien con videos y citando estudios técnicos, argumentó que el acueducto complementario es una solución inviable por dos razones: Una, porque tomar agua por bombeo para el tanque Boquerón encarece el valor de la facturación para los habitantes de los barrios del sur de Ibagué, quienes tendrían que pagar por el consumo cuatro veces el valor que hoy pagan; y, la otra, porque las fuentes hídricas que alimentarían el acueducto complementario, no son fuente de agua permanente ni suficiente de abastecimiento.

Apartándome de los conceptos técnicos, mis dudas surgen y están centradas en la obtención de los recursos económicos para viabilizar la alternativa de solución optada por la Administración municipal.

El alcalde está convencido que con promesas de recursos que aportaría la nación y el Departamento y un aporte mínimo del Municipio, está garantizada la ejecución de las obras. Es decir, colocando la totuma. Y no habla del aporte que estaría en capacidad de realizar el Ibal.

El gran bache que quedó en el foro, fue no presentar el alcalde o la gerencia del Ibal, una clara y concreta exposición sobre la situación administrativa, económica y financiera del Ibal. Porque ninguna de las obras en ejecución y por realizar, contemplan un mínimo aporte de esa entidad. ¿Dónde están entonces y a dónde van a parar los ingresos recibidos por consumo de los 121 mil 806 usuarios a los que se le factura mensualmente el servicio? ¿En qué se invierten los dineros transferidos por la nación como ingresos del Sistema General de Participaciones?

Pensar en inversiones con plata en bolsillo ajeno, me hace recordar las cuentas alegres de la señora del cuento infantil “La Lechera”. Y el problema, es que en cualquier momento tropezamos y se nos rompe el cántaro.

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