El catalizador

Iván Ramírez Suárez

Aunque el gobernador electo Óscar Barreto vociferó en campaña que gobernaría para Ibagué indistintamente de quien fuera ungido como nuevo alcalde, sus palabras – en su momento - fueron tomadas como una simple cortesía para con los candidatos que le disputaban la elección a su pupilo, Jhon Ésper Toledo.

Análisis fortalecido por la realidad política, que vislumbra un panorama de gobierno diferente, al haberse elegido a Guillermo Alfonso Jaramillo como nuevo alcalde de Ibagué.

Y es que es innegable que el temperamento de Barreto y Jaramillo está marcado por genotipos y fenotipos que integrados al ámbito familiar, social, cultural y político en que se han formado, ha edificado en ellos un carácter fuerte, vertical y bastante similares.

Esta particular característica de su personalidad, unida a una concepción política e ideológica clara y bien estructurada, dificulta un acercamiento que permita unificar una agenda ambiciosa para nuestra ciudad.

Barreto es un conservador de ideas y militancia política. Creyente y católico, convencido que la solución del conflicto armado debe ser la militar o el sometimiento del adversario a las condiciones del Gobierno. Considera que la mejor manera de contribuir a la disminución de la pobreza y la miseria es invirtiendo en la infraestructura vial, urbanística y productiva y con el apoyo indiscutible del sector privado. Amigo de la reducción del engranaje estatal y del asistencialismo social.

Por su parte Jaramillo, se identifica como Social Demócrata. Sumido entre la fe y el agnosticismo. Convencido que cualquier solución en la búsqueda de la paz debe pasar necesariamente por el diálogo entre las partes, pues sus causas son sociales y políticas. Amante del asistencialismo y del fortalecimiento del Estado. Considera que la inversión prioritaria para superar la miseria y la pobreza debe tener inicio entregándole tierra, maquinaria y subsidios a los campesinos e indígenas y garantías sociales y económicas al trabajador. Enemigo de la privatización de la salud, la educación y los servicios públicos domiciliarios.

Luego, cuando el referente de uno es Laureano Gómez y Álvaro Uribe y del otro Jorge Eliécer Gaitán y Gustavo Petro, las distancias ideológicas separan, en lugar de unir.

Deberá entonces primar el pragmatismo, el deber funcional y el deseo común de trabajar por Ibagué. Pero para lograrlo, es necesario un catalizador que propicie y permita la convergencia en programas, proyectos e intereses recíprocos que conlleve a sacar adelante los principales problemas de la ciudad.

Barreto expresó públicamente que está dispuesto a dialogar. Jaramillo guarda silencio, quizás incómodo por deber compartir con quien venció a su hermano en una contienda que dejó heridas por haberse traspasado linderos que no solo marcaron lo personal sino lo familiar.

Su acercamiento y trabajo conjunto, será el mejor ejemplo de reconciliación para nuestra nación que espera ansiosa hallar caminos de integración, perdón y en un futuro paz.

¿Quién será ese catalizador? O a lo mejor, no se necesita.

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