Esta frase, traída a cuento por la periodista Marta Ruíz en el libro Entre el Silencio y el Coraje (editorial Planeta, 2012), describe la táctica adoptada por los carteles criminales y de la corrupción en el presente siglo, como sustituta de la eliminación física del periodista que venía imperando, con el preciso objetivo de silenciar el periodismo crítico y de investigación que lesiona sus intereses.Y es que el comienzo de esta centuria fue uno de los períodos más sangrientos del periodismo colombiano. En solo los primeros tres años (2000 al 2003) fueron asesinados 34 periodistas. Mientras que en los 11 años siguientes (2004 al 2015), estando en ejecución la táctica, los homicidios se redujeron a 19. (Fuente Flip).De ahí que en 2012 la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), denominara el informe anual sobre el estado de la libertad de expresión en nuestro país bajo el título: De las balas a los expedientes.
Enredar al periodista entre sumarios, audiencias y el desgaste económico consecuente, no solo causa problemas personales y familiares a los denunciados, sino que genera en los demás periodistas intimidación, inhibición y temor.Una estrategia novedosa y efectiva en un país catalogado como uno de los 10 más peligrosos para el ejercicio del periodismo y del derecho a la libertad de expresión.Denominado también como acoso judicial, en Colombia viene siendo utilizado de manera eficaz en las regiones, donde la camaradería y politiquería hace más fácil su instrumentación.
En el Tolima lo venimos padeciendo desde comienzos de siglo. Un cartel de estos trajo a un abogado de la farándula bogotana (Jaime Lombana), para exhibirlo en los medios impresos y radiales de la época, pretendiendo amedrentar a quienes osaran mencionar o denunciar sus fechorías. De ahí en adelante, se emuló su táctica y se ha recurrido a la denuncia por calumnia e injuria para silenciar el control social del periodista y el ciudadano.Siempre he creído que en los últimos años el periodismo de investigación y de opinión ha reemplazado el importante papel que cumplían las veedurías ciudadanas. Éstas desaparecieron por el vil asesinato de sus líderes o el destierro que debieron sufrir ante las amenazas.El próximo martes, se cumple un año más del homicidio del abogado y veedor ciudadano Félix Eduardo Martínez. Fue uno de los veedores ciudadanos que no sucumbió ante las amenazas y prefirió quedarse. El 19 de enero de 2003 lo asesinaron.No se dejó amedrentar por el tour del abogado bogotano y siguió denunciando. Él no alcanzó a estar cobijado por la nueva táctica de estos carteles contra el periodismo que denuncia.No lo demandaron pero sí lo mataron.Paz en su tumba, Félix Eduardo. Y seguimos su ejemplo.
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