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Máxime, cuando de manera equivocada se les han asignado funciones electorales de funcionarios públicos, encargados de ejercer la vigilancia y control del gasto público (contralor) y del eficiente y recto ejercicio del servicio público municipal (personero), entre otras no menos importantes atribuciones.
De ahí, nuestra anhelada y frustrada aspiración de tener un concejo de Ibagué con integrantes cualificados, a quienes guíe el fiel cumplimiento del deber y su responsabilidad con la municipalidad. Para infortunio nuestro, y con solo contadas excepciones, son la ambición y anhelos de poder el norte que inspira y guía a quienes luchan y consiguen llegar a tan importante institución política, por lo que la mediocridad y la politiquería logran imponerse e impiden el trabajo de quienes desde su interior, son conscientes de la necesidad inaplazable de realizar un trabajo serio, estructurado y responsable por Ibagué como ente territorial y ciudad.
El actual concejo de Ibagué, signado por el lastre delictual de su antecesor, visible a pesar de la impunidad penal y disciplinaria que aún los ampara, parece marcado por este mismo derrotero, impidiendo una vez más que la independencia que se debe tener entre los órganos del poder público, haga el ejercicio real del control político, disciplinario y fiscal, necesario dentro de una estructura política como la nuestra, soportada en el sistema de pesos y contra pesos institucional y ciudadano, que no es la regla sino la excepción.
Los ibaguereños estamos hastiados de lo mismo. Concejales sin formación académica y/o estructura política empírica, tan válidas ambas, que llegan al Cabildo a aprovechar el cuarto de hora para escalar y lograr ascenso social, político o económico. Curules logradas a costa del estupro político, la compra de votos o banderas políticas irrealizables que encuentran eco en un electorado acostumbrado a ello más no al compromiso e identidad programática o política entre él y su elegido.
Como novedad en Ibagué y a nivel nacional, tenemos una curul para el aspirante a la Alcaldía que obtuvo la segunda votación mayoritaria, que servirá para medir el verdadero talante de quien no solo tiene el deber y obligación de ejercer la oposición política y programática, pues para ello aceptó la investidura de concejal, sino la de desvirtuar la mácula que enlodó su votación, atribuida a costa del usufructo politiquero de las necesidades sentidas de una población explotada a más no dar, por los caciques tradicionales de nuestra comarca.
Personalmente y por conocimiento directo que tengo durante muchos años del señor Rubén Darío Correa, creo que no es el líder para ejercer tan importante y necesaria misión. ¡Ojalá me equivoque!
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