Para que no nos toque

Rodrigo López Oviedo

Como una muestra de racionalidad, mediante la cual se creía estar poniendo en evidencia que la salud del pueblo colombiano estaba por encima de sus consideraciones ideológicas y políticas, el presidente Duque decidió, en pasados días, aceptarle a Nicolás Maduro la donación de dos equipos PCR, indispensables para el diagnóstico del virus Covid-19.
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Esos equipos se habían vuelto muy valiosos, y la aceptación aún más indispensable, cuando se sabía que en el país solo disponíamos de uno, y que, a la sazón, se encontraba en reparación, dado que había sufrido una avería, lo que nos tenía a ciegas respecto de la pandemia y sin poder atacarla.

Lamentablemente, a pocas horas de haber decidido aceptar el regalo, echó para atrás, a sabiendas de las enormes carencias que siempre ha tenido nuestro sistema de salud, especialmente a partir de la privatización de que fue objeto al expedirse la neoliberal Ley 100 de 1993.

¿A qué obedeció tal reculada? Esta es una pregunta de difícil respuesta; pero dado el grado de abyección y servilismo en que ha sido tan pródigo nuestro régimen respecto a las orientaciones de Washington, no resulta aventurado relacionarla con las decisiones sancionatorias impuestas por Trump a nuestra hermana República Bolivariana de Venezuela.

De esas orientaciones hacen parte el activismo politiquero de Duque contra Maduro, desplegado dentro y fuera del exangüe Cartel de Lima. También el mediático concierto del 22 de febrero de 2019 en Cúcuta, la tramposa ayuda humanitaria del 23 y el inveterado respaldo al desteñido Juan Guaidó y sus divertidos golpes, amén de los silencios cómplices ante los intentos de magnicidio que se han perpetrado contra el presidente venezolano.

Pero de las mismas imposiciones también son producto las bases militares que desde Colombia apuntan hacia Venezuela, los ejercicios militares que se han realizado al sur del país con la participación de soldados norteamericanos, brasileños y colombianos y la presencia de buques del Comando Sur de los Estados Unidos arriba de la Guajira.

Ojalá que en el estado de enclaustramiento a que nos tiene reducidos el coronavirus, destináramos algún tiempo a reflexionar sobre estos aspectos de nuestra política internacional. Estamos a punto de ser convertidos en cabeza de playa contra nuestros hermanos venezolanos, lo cual parece no importar a muchos. Sin embargo, si no reaccionamos rápido, así como están siendo surcadas contra Venezuela nuestras aguas en el Caribe, prontamente serán surcadas también las del Pacífico, pero contra nosotros. Esto hace que rechazar una guerra de agresión contra Venezuela sea la mejor forma de prevenir la guerra contra Colombia, previsible que pueda ocurrir cuando hayamos establecido un nuevo poder, contrario al gusto de Norteamérica.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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