Dolorosa la indigencia que se observa en nuestra ciudad, justo en el momento en el cual deberían compartir un lugar a la hora del almuerzo.
La desigualdad social sigue siendo uno de los graves problemas del país, que implica seriamente a Ibagué, por cuenta de un sinnúmero de personas en estado de adicción, de desempleo, de inmigración, de abandono. Hay correlación muy fuerte con la inseguridad que provocan las necesidades mínimas vitales, insatisfechas, de quienes deambulan sin saber qué va a ocurrir cuando caiga la noche.
Duele contemplar un panorama desalentador para transeúntes que cargan en sus hombros el peso de la exclusión social, de los problemas familiares, de la imposibilidad de acceder a un empleo o de la incapacidad de emprender para su propia supervivencia, que termina convirtiéndolos en drogadictos, en callejeros, en limosneros, delincuentes, que se multiplican y abusan intimidando e incluso hurtando a sus víctimas.
Indignante ver señoras que utilizan pequeños niños que claramente no son sus hijos, como un instrumento de conmiseración, para lograr una moneda. El variopinto de la infancia feliz, como dice Bachelard, perdida. Con el agravante de una formación con altas competencias callejeras.
Hombres y mujeres con acento de desplazados de su país o del nuestro, limpiando vidrios, vendiendo dulces, ideando una y cien maneras de lograr el sustento, sin importar los medios, que dejan una estela de constreñimiento y de impotencia.
El reto no es menor, nuestro nuevo alcalde tendrá la tarea de garantizar que la infancia esté protegida en los hogares comunitarios y aquellos niños en edad escolar, hagan efectivo su derecho a la educación en condiciones dignas, porque en la calle no debe haber ni un solo pequeño en estado de indigencia. La protección a la infancia y adolescencia deberá ser una responsabilidad real de la Sociedad, el Estado y la familia.
Nuestra ciudad no puede continuar siendo un atractivo para la mendicidad, somos altamente responsables de acunar sujetos que multiplican la idea de que “en Ibagué, la gente da mucha limosna” y así, viene uno tras los otros multiplicando la pobreza, la desigualdad y los deshonrosos primeros lugares en desempleo.
Hay que pensar en la inclusión, en la Educación sin obstáculos y con pertinencia, como una posibilidad de evitar la pérdida de la infancia y la adolescencia; es urgente crear espacios para el deporte y la recreación, para la lectura y el uso adecuado del tiempo libre, que prepare para unas generaciones más competentes, más dispuestas para emprender y aportar a la construcción de nuevas realidades para el capital humano.
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