ni tampoco la reforma a la ley de regalÃas y la repartición de esos recursos sobre la “tostada nacional†(según nuestro casi paisano ministro de Hacienda) que de paso sirve para tapar el enorme hueco fiscal que tiene esa tostada. No. Ninguna de ellas serÃa la ley ni la reforma que sacarÃa el verdadero talante de estadista al actual presidente Juan Manuel Santos.
Todas, con mucho respeto y buena intención, son en mi humilde apreciación meras intenciones de enmienda de asuntos de la alta polÃtica y la gerencia del Estado.
La verdadera transformación del paÃs se dará con base en la discutida nueva reforma agraria o ley de tierras o con el tÃtulo que se le quiera dar.
Más allá de si se le mete la mano a un millón de hectáreas improductivas –menos o más- si hay que grabarlas (propuesta de la ONU) y obligar a sus dueños a que las incorporen a las fronteras productivas, a que las parcelen y las vendan, a que tecnifiquen y mejoren procesos y sistemas más amigables con el medio ambiente; que las donen al gobierno central y los regionales para hacer uso de ellas en proyectos de ciencia, tecnologÃa, innovación y aprendizaje.
Para construcción de proyectos de beneficio común, ampliación de lÃmites urbanos, semiurbanos, suburbanos o rurales, lo que hay detrás de esa apuesta es una verdadera revolución en marcha como dirÃa un ex presidente nacional.
Esa sà que es una discusión no desde lo económico simplemente, sino desde lo sociológico, lo psicológico, la ciencia polÃtica, el derecho, porque se trata de ni más ni menos que ir a lo que ha sido la esencia misma de la concepción occidental capitalista del último medio siglo, pues es intentar atacar el precio de un recurso que genera riqueza y poder: La tierra. Porque como dirÃan los que conocen, ese recurso sà que se ha usado desde siglos tras siglos por debajo de su precio real y cómo se han “externalizado†(palabra de moda entre estudiosos) sus costos, en detrimento de la mayorÃa y a favor de una minorÃa que hace cuentas, lleva cálculos y piensa hacia el futuro.
Si el Presidente le mete la mano a eso sà que merece un monumento enorme, porque no se trata solamente de hacerlo en Colombia, se tratarÃa de una de las primeras veces en el mundo que se lleva a cabo reforma tan ambiciosa y dolorosa para los más poderosos: Industria, banca, finca raÃz, grupos al marguen de la ley, que por una u otra razón son los dueños en papel o en la verdad verdadera de la tierra en Colombia.
¿Por qué hacerlo? ¿para qué y quiénes hacerlo? ¿cuál es el beneficio de hacerlo, qué se logra y ¿en cuánto tiempo luego de hacerlo para la sociedad?
¿Cómo se manejarán intereses y poderes históricos que viven de la tenencia del territorio? Uffff ese sà es un tema que tiene de largo y de ancho como dicen nuestros campesinos que madrugan a arar en el campo. Amanecerá y veremos. Dios quiera que se dé.
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