Por doquier entre empresarios, comerciantes, hoteleros, periodistas, estudiantes y ciudadanos del común cada día es más común escuchar quejas sobre el estado de la seguridad en el país.
Sobre situaciones acontecidas tanto en la ciudad y el Departamento con su orden público, así como en otras partes del país.
Se podría decir que es tema de común conversación y de preocupación al escuchar nuevamente todos los días y constantemente noticias sobre presencia guerrillera en las vías del país, de situaciones con grupos al margen de la ley como las bacrim, delincuencia común protagonizando ya sea secuestros, atentados a estaciones de Policía o la infraestructura económica de la Nación, ataques a poblaciones o decretando paros armados como el reciente entre Medellín y Quibdó, que duró por lo menos ocho días.
Es muy cierto que la seguridad también es una percepción, no hay discusión, como tampoco lo es que esa percepción cada día es peor entre miles de colombianos.
Razones pueden haber muchas, pero lo cierto es que los expertos en este tema en todo el mundo coinciden en que en todos los conflictos del mundo y especialmente en irregulares como el nuestro, ese tipo de “guerras” tienen ciclos que se cumplen cada ocho o 10 años cuando se da un avance en estrategia y resultados por parte de uno de los bandos que se fortaleció y aprendió a leer al otro en su accionar.
En el caso colombiano desde el tiempo del presidente Pastrana que fortaleció económica y militarmente a las Fuerzas Militares y la Policía, pasando por los dos periodos de Uribe que le apostó la fuerza del Estado a la Seguridad, podríamos pensar que esos ciclos se cumplieron y los golpes a la guerrilla, los paras, la delincuencia, el narcotráfico comenzaron a ser contundentes por el análisis y la interpretación del enemigo.
Ahora pareciera que quienes han leído la estrategia y manera de actuar de su contrincante sea la guerrilla y los demás grupos armados, que comienzan a desplegar a cuenta gota su accionar con nuevas maneras de atacar o de hacer presencia para dar golpes cada vez más contundentes y efectivos tanto en el campo militar como psicológico.
No se ve cerca el principio del fin, como vaticinara alguien en el momento de mayor euforia nacional gracias a los excelentes resultados de las fuerzas colombianas frente a la guerrilla y otros grupos delincuenciales.
De lo que se trata ahora es de esperar a que nuevamente la inteligencia del Estado comience a leer e interpretar los movimientos tácticos y logísticos del contrincante para que prepare las acciones que los neutralicen o por fin los acaben.
Mientras tanto debemos llenarnos de más paciencia, porque un nuevo ciclo en esta lucha irracional que nos ha estado matando a los colombianos en los últimos 50 años pareciera haber comenzado. Ojalá estemos equivocados.
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