El reconocimiento a lo que somos y de lo que somos los colombianos como pueblo y nación nos lo da hoy la música. Mejor aún, los ritmos que hoy se hacen visibles, se cantan, tocan, escuchan en discotecas, fiestas, conciertos y emisoras, y que siempre estuvieron ahí, pero no queríamos identificar y reconocer como nuestros. Que paradójicamente tienen más reconocimiento en otras latitudes que aquí.
No habló de los bellos ritmos de siempre como vallenato, salsa, bambucos, rajaleñas, sanjuaneros o la melodía llanera que han estado allí, sino de la puya, champeta, zambapalo, lo sonoro particular y estético de los picós barraquilleros, cumbias, mucha percusión, sintetizadores, tornamesas, acordeón y mucho vacile en el movimiento, como expresan los jóvenes de hoy.
Todo ello acompañado de un buen montaje de equipos electrónicos, un excelente juego de luces y las cantadoras excepcionales.
Cantos africanos, del pacífico y caribeños se han sabido mezclar con el particular sonido creado por antiguos grupos del porro, la cumbia y tropical, que no han dejado perder su tradición, así como de esos cantos de sabanas, valles y depresiones a lo largo del río grande de la Magdalena.
Los que saben dicen que ahora hay toda una explosión musical en Colombia que combina perfectamente los gritos jubilosos de combate de nuestros antepasados, con décimas, cantos de vaquería, rap y hip-hop.
Otros que saben más, y toda su vida se han dedicado al negocio de la cultura musical, creen que Bogotá estará a la par con Estambul en ser en los próximos años la capital musical del mundo, por ser la que ha concentrado esta suerte de ritmos propios que se han ido mezclando pero conservan fuertemente su esencia y raíces. Así lo ha expresado por ejemplo a varios medios de comunicación el francés Bernard Batzen, reconocido gestor cultural mundial.
Igualmente, el inglés Will Holand, quien junto a Mario Galeano Toro, en el proyecto llamado Ondatrópica, logró entrelazar en un solo sonido lo contemporáneo y lo antiguo. Precisamente se cree que Ondatrópica será uno de los grupos más destacados del mundo musical en los años por venir, gracias a esa amalgama surgida de las entrañas de Colombia. Así lo referenció el prestigioso diario inglés The Guardian.
Hay que ser sinceros y reconocer que durante toda su existencia siempre pensamos los colombianos que esa no era música de mostrar, de masificar, que nos identificara en lo que somos, que era de gente marginada, pobre, una subcultura medio de la ilegalidad que había que mantener donde estuvieron por muchos años, en las zonas periféricas y populares de grandes ciudades como Cartagena o Barranquilla, metidas entre las casuchas de la franja de nuestro pacífico o en las zonas inundables de nuestros ríos.
Gloria Triana, Totó la Momposina, Rafael Ramos, los integrantes de ChocQuib Town, entre otros muchos, han hecho un trabajo excepcional para que hoy sea esa música la que nos identifique en ese ser heterogéneo que somos los colombianos.
Además, para que sea nuevamente referenciado el país por sus ritmos y la calidad de sus interpretaciones y melodías. Son una nueva cara de Colombia ante el mundo.
Por ello, debemos irnos preparando para escuchar más seguido nombres como Sistema Solar, los Locos del Ritmo, la Máquina del Caribe, Bomba Estéreo, Meridian Brothers, Ondatrópica, Toño Barrio Latin Groove y Mambanegra, porque seguramente por fin empezarán hacer parte de nuestros medios tradicionales en sus franjas de entretenimiento, espectáculo y cultura por sus logros en Europa y Estados Unidos.
Que bien por esos ritmos. Que bien por Colombia y su diversidad musical.
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