¿Falsa moral en el arte?

Menuda polémica la que se generó con la publicación del último número de la revista Arcadia, que trae en la portada una fotografía de una de las obras de la artista francesa Orlan, seudónimo de Mireille Suzanne Francette Porte.

Es un autorretrato de la artista en la que aparece con un seno al descubierto y la identificación que sobre ella se hace de ser una pornógrafa, una desvergonzada que confunde el sensacionalismo con el arte y la cultura con el escándalo.

Pero de lo que se trata no es de la fotografía reproducida, ni siquiera que la autora sea abanderada del performance, del body art, de la pornografía y del narcisismo —si los pacatos y falsos defensores de la moral lo permiten una exposición de sus obras se hará en el MAMBO en pocos días—, sino la reacción de quienes han censurado la publicación, sobre todo cadenas de almacenes y librerías, que jamás han pensado en el arte ni en el humanismo sino en llenarse los bolsillos de dinero así sea explotando a la mujer como mercancía.

Bajo el lema de la defensa de la inocencia y de la niñez, exhibir una portada de esta naturaleza atenta contra la formación normal de los infantes. Dicen.

No había visto una fotografía más cándida en donde el seno es más dador de vida que incitación a la animalidad y a la violencia.

No atentan, en cambio, contra la niñez las miles de imágenes que abundan en las pantallas y en los medios impresos sobre curas pedófilos, orfandad, desplazamientos, violaciones, trabajo de menores, prostitución infantil, mafiosos, y tantos otros etcéteras con que marcan a diario la realidad en la que vivimos. Hasta telenovelas que magnifican el reinado de los malos.

Como si no importara que niños y adolescentes se suicidaran a diario agobiados por el vacío de una sociedad cada día más indiferente y más cercana a la cosificación que a la creatividad y al arte.

Ni tampoco el maltrato a los animales, como si no fueran seres vivos, violentados en su naturaleza y convertidos en chivos expiatorios de las depravaciones y frustraciones humanas.

Unos senos, que son lo más cercano al paraíso, que todos hemos admirado y saboreado desde niños, no pueden ser imagen de perversión y menos aun cuando son protagonistas de una obra de arte.

Más bien debieran censurar la cosificación de la mujer en tantos certámenes de frivolidad aberrante, donde no importa que los senos se desnuden provocativos o que las nalgas sean un oscuro reducto de la lascivia de los pervertidos que la proporción exacta de la belleza.

Falsa moral la de esta sociedad que desde hace rato perdió el rumbo.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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