Una cosa es ser pornográfico y pancarta y, muy otra, ser erótico y con sensibilidad social. Los dos son temas y actitudes sociales, pues tanto el sexo como la protesta o la miseria hacen parte de los comportamientos de la sociedad, por no decir inherentes a la condición humana.
Y, vean ustedes, son temas que surgen después de observar la exposición del maestro Joseph Urrego, recientemente inaugurada en el Museo de Arte del Tolima.
El lema de su muestra es El erotismo y otras perturbaciones. Lo primero habría que discutirlo. Lo segundo es verdad, en el sentido de la perturbación que representa la presencia misma de la obra, espejo en el que nos observamos.
Pero no por el hecho de vivir en una sociedad abierta a toda sensación y propósito, hacer público el acto sexual deja de ser pornográfico. De ahí que el mencionar como erótico el acto corporal, rebasa en sí mismo su calificación.
Lo erótico aviva la imaginación, insinúa, sugiere, abre las sensaciones, al tiempo que lo pornográfico se agota en el sensacionalismo de lo evidente. Claro que hoy ya no es sensación el acto sexual público (las pantallas han borrado la frontera de lo privado y de lo público), lo cual, sin embargo, no lo despoja de ese calificativo, ahora denominado sexo explícito en los eufemismos de la moda y del consumismo.
Y, creo, la muestra de Joseph borra esa línea sutil entre lo pornográfico y lo erótico para perturbarnos con una temática que él sabe muy bien presentar puesto que, como teatrero, trabaja la escena, ubica los personajes en donde les corresponde, acomoda el escenario a su foco visual, da espacio al chismoso que observa (aunque también puede ser el personaje público que sabe lo que se hace detrás de la ventana) y nos devuelve la cotidianidad en la que habitamos.
Erótico o pornográfico, Joseph nos impresiona por la factura de sus obras. Mal llamado reciclador (¿reciclador del tema? ¿De los materiales?), su técnica es el hallazgo de un lenguaje expresivo en el que aparentemente elimina los colores para escoger un bicolor tan especial (negro y sepia) que insinúa un grabado primigenio sobre un material vulnerable.
Al mejor estilo expresionista (efectista en la escena) sus escenas de alcoba y callejeras gravitan entre la culpa y el goce, lejos de la pintura y más cercano al dibujo.
Cautiva, además, el acabado que le da a sus cuadros, elaborado en cartón pintado (¿será por eso su calificativo de reciclador?) que al mismo tiempo que exhibe da carta de presentación al uso creativo del papel, desechado y desechable.
Felicitaciones al Museo por dar cabida a este artista regional y a Joseph, por su perturbadora obra.
Felicitaciones al Museo por dar cabida a este artista regional y a Joseph, por su perturbadora obra.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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