Escribir una novela dentro de la novela no es, en verdad, algo novedoso. Lo es la manera como se inserta, o se descubre que se inserta, la sensación de estar leyendo un texto que a la postre resulta ser lo que escribe el narrador y de ahí en adelante, confluidos en uno solo los dos textos, son la historia que sustenta la novela.
Esto es, precisamente, lo que hace Alejando Zambra (Santiago,1975) en su más reciente novela “Formas de volver a casa”, incrustada en los años ochenta en plena vigencia de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
Esta época ha sido pródiga para la literatura chilena. Visiones diferentes evalúan desde la narración de hechos y vidas este momento de la historia chilena y latinoamericana.
Por ejemplo, con la madura visión de un narrador, Luís Sepúlveda (Ovalle, 1949) reflexiona desde la postura de los perdedores, los derrotados brutalmente por Pinochet, sobre la vida de los condenados al exilio y al desarraigo en su novela “La sombra de lo que fuimos”, ganadora del Premio Primavera de Novela 2009.
Por su parte, “Formas de volver a casa”, de Alejandro Zambra, ubica la reflexión en los hijos de esos condenados al silencio y al miedo, una generación para la que Pinochet ya no es ni siquiera un mal momento del pasado de su país.
Sustentadas por la nostalgia y el recuerdo, las dos novelas tienen la virtud de poner a cavilar a los lectores y a reburujar en la memoria las identificaciones y los hallazgos para degustar el significado de esta difícil época contemporánea.
La de Zambra es una novela vertiginosa, con una estructura llamativa que se compone de la historia de una niño de nueve años que resulta ser la novela que está escribiendo el narrador, quien después introduce un diario, y los dos son a la postre la novela que el lector tiene en sus manos.
Compuesta por capítulos muy breves, de dos o tres páginas a lo sumo, hace fluir la historia con una sencillez que cautiva de inmediato. Deja escueta la lucha generacional entre padres aletargados por una época de represión y una juventud que rompe la monotonía con la apertura a la libertad, en todos los órdenes.
En esos diálogos, caracterizados por la espontaneidad y sinceridad de los personajes, se dejan caer reflexiones muy profundas sobre la situación económica, social y política del país.
Sin excluir la sencillez del lenguaje, la novela nos entrega cada introspección o cada diálogo como un discurrir casi normal en la cotidianidad de un pueblo que se renueva.
Es una novela que merece ser leída y degustada en su justa medida, como una nueva voz en el concierto de la literatura latinoamericana.
Escribir una novela dentro de la novela no es, en verdad, algo novedoso. Lo es la manera como se inserta, o se descubre que se inserta, la sensación de estar leyendo un texto que a la postre resulta ser lo que escribe el narrador y de ahí en adelante, confluidos en uno solo los dos textos, son la historia que sustenta la novela.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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