Contundente por su claridad y la sencillez con que aporta elementos para un análisis desapasionado y justo del reciente fallo de la Corte Internacional de La Haya respecto a la delimitación de fronteras de nuestro país con Nicaragua. Y viceversa, toda vez que fueron ellos quienes nos demandaron ante la Corte Internacional para que ella definiera de una vez por todas el litigio.
Bajo el título de “Nacionalismo depresivo” Jorge Orlando nos demuestra por qué a Colombia no le fue mal en La Haya, como algunos piensan, y, antes bien, señala a los políticos de oportunistas cuando piden desconocer el fallo que antes estaban dispuestos a aceptar, fuera cual fuere el resultado. La ley del embudo, que es lo que a ellos les gusta.
Pero, lo más importante a mi juicio, es cómo los habitantes del archipiélago, los raizales como ha dado en llamarlos, son utilizados para hacer política. Desde antes del fallo han vivido en el abandono y sus gobernantes, como cualquier político colombiano que se respete, han robado sus presupuestos, negado las obras prioritarias y los han condenado a la indigencia.
Ahora se dan golpes de pecho, los políticos, y los esgrimen, a los nativos, para solicitar el desacato, a pesar de ufanarse también de vivir en un país respetuoso de las leyes, democrático y moralmente fiel a sus principios.
Si eso no es falsa moral no sé qué será en estos tiempos que corren, cuando el amor entre seres humanos puede ser un “sexo excremental” o sólo una fábrica de nuevos seres, muchos de los cuales son tirados a la basura.
Estas son las fronteras, dijo la Corte y, según se sabe, sus fallos son inapelables. Pero nuestros juristas, expertos y asesores, fueron lo suficientemente arrogantes para creer que siempre tuvieron la razón y se escudaron en un tratado que no define límites y por eso nos dieron por donde nos dieron.
¿Cuánto costarían ellos durante tanto tiempo? A lo mejor lo necesario para impulsar el progreso de esos pescadores y no la industria sin chimeneas de lujosos hoteles que es por lo que realmente se preocupan los no raizales, los foráneos, los colonos. Los políticos.
En realidad Jorge Orlando tiene razón, los resultados son mejores de lo esperado. Las islas ya son definitivamente nuestras, por ejemplo. Si se desacata el fallo, el peligro de perderlas vuelve a estar presente porque, como es obvio, Nicaragua no se quedaría callada, como lo ha insinuado la Ministra de Relaciones Exteriores.
Amanecerá y veremos, dijo el ciego…
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