Mambo cincuentenario

Una M con la A incrustada en la mitad fue el logo-símbolo que David Consuegra, eminente diseñador gráfico ya desaparecido, ideó en la década de los años sesenta del pasado siglo para identificar al Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Aunque fundado en 1955, su actividad se inició en 1963, hace cincuenta años, cuando el 31 de octubre de inaugura una exposición de Juan Antonio Roda, en un local ubicado al fondo de un pasaje de la calle Veintitrés con carrera Séptima en Bogotá.

Comenzaba en firme la introducción en Colombia del arte moderno de la mano de su primera directora, la escritora y crítica argentina Marta Traba.


Su postura era agresiva, muchas veces intransigente, pero, según ella, era la única manera de colocar en primer plano, de una vez y para siempre, las manifestaciones de vanguardia que no tenían respiro por la presencia del arte académico de los viejos maestros. Y lo logró.


Ese mismo año desembarcaba yo en Bogotá procedente del Huila, dispuesto a ganarle la partida al desconocimiento y al olvido. Por eso viví de cerca el desarrollo y consolidación del Museo, su peregrinaje por varias sedes para evitar que se extinguiera, el ascenso de Gloria Zea a la dirección en 1969 por el retiro de la Traba, y la erección de la sede propia, obra del arquitecto Rogelio Salmona, en la calle 24, entregada definitivamente en 1985, hoy insuficiente para albergar tanta obra y tanta historia.

Recuerdo con especial emoción exposiciones como la de Alexander Calder, 1970, considerado uno de los grandes creadores del siglo XX; la de Andrés de Santamaría, 1971, un homenaje al artista que siempre se ha considerado el introductor del arte moderno en Colombia; la de Auguste Rodin, 1971, escultor colocado en lo más alto del desarrollo del arte universal en el siglo XIX, de quien por primera vez se exhibiera en Colombia una muestra de su obra; la de Edgar Negret, 1971, maravilloso conjunto de obras de este escultor payanés ya reconocido por entonces en el ambiente artístico del continente; la de Omar Rayo, 1971; la del venezolano Jesús Soto, 1972; la colectiva de cuatro monstruos del arte moderno, Giacometti, Dubuffet, Dekooning y Bacon, 1973; la del mexicano José Luís Cuevas, 1973; y, en fin, una actividad pletórica de aciertos y sorpresas y punta de lanza de las actividades culturales en la capital de la República con irradiación nacional e internacional.

Gracias al MamBo muchos amantes del arte tuvieron por primera vez la posibilidad de estar frente a frente con obras originales de maestros del arte universal.

De estos cincuenta años ha de reconocerse el papel jugado por el Museo en la formación artística de los colombianos, labor digna de todos los reconocimientos.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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