Intercambiar experiencias con otros colegas de otros universos plásticos, ser autores partícipes del desarrollo cultural de sus pueblos con su obra y generar espacios para la confrontación artística y el enriquecimiento técnico con nuevos conocimientos y sabidurías.
Es una lucha tenaz para romper la indiferencia y el desprecio que, por lo general, cobija las actividades artísticas en nuestros entornos culturales, y un esfuerzo por equilibrar la ausencia de apoyo que se genera en las grandes capitales.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, se está realizando en el Huila el VI Festival Internacional de Pintura “Ciudad de Laboyos 2013”, con sede central en Pitalito, Huila, entre el 23 y el 30 de noviembre.
Debo confesar que participé, con mi escepticismo de siempre.
Al integrarme con mi trabajo y mi presencia, pude conocer el origen del grupo y me entusiasmé porqué anhelé que fuera una organización distinta, más apegada al arte que al comercio, más tendiente al enriquecimiento artístico que al mercantilismo.
Aprendí, entonces, cómo un grupo de artistas de varios países decidió crear la Omai, Organización Mundial de Artistas Integrados, y echar a andar el objetivo de la integración.
Su idea inicial fue la de proyectar la divulgación de obras e integrar pintores y en la actualidad están activos representantes de Argentina, Perú, Ecuador, Panamá, Cuba, Chile, Venezuela, España, Estados Unidos, México, Brasil, Israel y, por supuesto, Colombia.
También se propone como uno de sus objetivos principales proyectar certámenes en los países miembros de la Organización, como el de Pitalito por estos días, y al mismo tiempo realizar el intercambio de obras y conocimientos, agrupados en la llamada Cumbre de la Omai, que llega a su segunda versión en este 2013.
En esta oportunidad se ha llevado a cabo con el apoyo de la Cámara de Comercio de Neiva Seccional Pitalito y el apoyo de los entes oficiales y algunas empresas privadas.
Sin embargo, debo admitir que, a pesar de la importancia del certamen, el escenario no ha sido el más adecuado para la exhibición de las obras, más una feria que un Salón de Arte, más una oferta de mercancías artísticas que una exposición.
Faltó una selección rigurosa de la muestra representativa de cada país, no tanto por el nombre de los artistas, donde campea tanta farsa, sino por la calidad de la obra de la muestra.
Esfuerzos como estos, corregidas las falencias y recibidas las sugerencias de participantes y público, fructificarán en una sólida presencia del arte en nuestra desordenada vida de hoy.
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