Pareciera obligatorio para quienes escribimos en los medios opinar desde nuestras columnas sobre el tema de moda: la política y los políticos.
Sobre todo de estos últimos.
De sus ambiciones de llegar al poder o de permanecer en él. De sus amplias sonrisas y de sus posturas ahora asequibles a todos los ciudadanos.
Uno palpa en el ambiente esa obligación, como si cada persona que nos mira nos pidiera una postura definida.
Pero no. Pareciera obligatorio, pero yo no pienso así. Por lo menos no me voy a desgastar en ponderar o despotricar de ellos, sus falsos proyectos de transformar nuestro atraso en un progreso sostenible y sostenido o de sus anhelos de cambiar el país por otro más favorable para sus intereses, sus familias y sus “alicates” políticos.
No están ni tibios, como decía mi abuela.
No, señores. No me voy a desgastar en ellos como muchos columnistas colombianos que se refieren con amplitud al tema, toman partido por alguno, insultan y ensalzan, piden que voten por sus afines, hacen rigurosos análisis sobre las bondades de este o aquel postulante al favor del público elector, y así la vida y el tiempo continúan su inevitable curso hasta la elección final.
La verdad, yo no tengo esa vocación de apóstol.
Ya desgasté mis convicciones, ya me desencanté del no futuro, ya me abrumaron los robos, las injusticias, los asesinatos, la desidia de los poderosos, y la postura de los intereses particulares por encima de los intereses colectivos. Es decir, de nosotros los colombianos.
¿Para qué voy a perder el tiempo si en lugar de ser nuestros salvadores, nuestros amigos, son nuestros verdugos?
¿Cómo pueden ser salvadores quienes han permanecido en el poder durante tantos años y no han hecho nada meritorio por el país? ¿Cómo pretenden convencernos ahora de ser innovadores y honestos si la historia ha demostrado su intolerancia, su doble moral, su hipocresía?
No voy a opinar sobre política ni sobre los políticos.
Por más sonrisas de moda que ensayen no me van a convencer de hablar de sus propósitos ni a incitar a ponderar sus falsos proyectos de luchar ahora sí por los colombianos.
Si así fuera, no hubieran vendido el país a las multinacionales ni se hubieran lucrado con creces de los dineros del Estado.
Parásitos de la sociedad colombiana. ¿Cómo voy a alimentarlos con mi opinión entre quienes puedan creer en mis palabras?
No señores. No voy a hablar de los políticos ni a pedir que voten por alguno. Allá cada cual con su conciencia.
Antepongo la dignidad al canto agorero de los corruptos y asesinos.
Prefiero escribir sobre libros y lecturas, sobre exposiciones y conciertos, porque estas actividades sí nos hacen perdurables.
Comentarios