La estrategia utilizada por el escritor tolimense Óscar Godoy Barbosa para desarrollar su más reciente novela publicada es la de unir las dos tragedias que enlutaron y conmocionaron el país hace treinta años, es decir la toma y retoma del Palacio de Justicia por parte del M19 y del gobierno, respectivamente, y la avalancha que arrasó la población de Armero, en el Tolima, como resultado de la erupción del volcán nevado del Ruiz.
Tantos muertos, tantos inocentes colgados del muro de la infamia. Y en un mismo mes. El mes de noviembre de 1985. Y a él se debe, también, el título de la novela: “Once días de noviembre”.
Pero eso de unirlas no es tan sencillo. O al menos no lo es hacernos sentir todo el peso de esos momentos cruciales a pesar del desgaste de tantos relatos y crónicas y libros descriptivos que se han venido publicando.
Óscar recurre a una familia que el destino pone al frente de los dos acontecimientos y se involucra, por la magia de la creación y la escritura, en los hechos. Nada queda por fuera después de una rigurosa investigación que se supone hizo el escritor para tener la fortaleza mental de escribir en forma tan precisa su relato.
Ahí está la familia y sus conflictos. Están los magistrados y la justicia. Los guerrilleros y los soldados. Los desaparecidos. Los campesinos y el paisaje. Una Colombia herida que conviene, con la novela, no olvidar en su centenaria vulnerabilidad.
Pero lo que más me sorprendió en esta novela fue el lenguaje y la estructura utilizada por Óscar. Es un lenguaje preciso, sin rebuscamientos, acorde a cada personaje, desde el lenguaje desparpajado del joven al mesurado y contundente del Magistrado, salvado del fuego pero extinto por el agua y el barro.
La novela está montada con base en planos narrativos que a lo largo de las cinco partes desarrollan la vida de sus personajes y las tragedias. Cada plano es breve, lo que le da agilidad a la lectura y ansiedad en el lector por conocer el desenlace. Ansiedad no tanto por la historia de las tragedias, que ya la conocemos por el recuerdo y por tantos libros, como dije antes, sino de la historia personal de cada uno, inmersos en la debacle histórica.
Con esta novela Óscar Godoy Barbosa consolida su presencia en las letras nacionales, que ya había iniciado con su anterior novela, “Duelo de miradas”, galardonada en el Premio Nacional de Novela Ciudad de Pereira.
Hoy en día está vinculado a la Universidad Central, en Bogotá, donde coordina el Departamento de Humanidades y Letras, el pregrado de Creación Literaria y el Taller de escritores, cuyo padre intelectual ha sido Isaías Peña Gutiérrez.
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