Los temas que desarrolla Héctor Galeano en su libro “Toque de cacho, relatos de memoria” son cotidianos. De hoy y de siempre. Reflejos de esta historia que padecemos y que está marcada por el sacrificio, el dolor y la desesperanza.
Relatos de hechos que hemos padecido desde hace muchos años y se repiten como una maldición. Acontecimientos donde sólo cambian los autores y los medios pero siempre con el pueblo colombiano como víctima: pueblo receptor de atropellos, ignorancia, desplazamientos, maltratos, asesinatos, masacres y pobreza.
Esa historia que de tanto repetirla ya no deja campo ni para la indignación o la sorpresa, sólo el enfurecimiento o el dejar pasar de largo como si el alma se hubiera adormecido, acondicionada al paisaje de la muerte.
El libro propende por conservar la memoria, por no dejar que el olvido se trastoque en conformismo y frustración. Busca que nuestra historia no se olvide y que, por el contrario, su presencia sirva para buscar el camino para cambiar la realidad que nos ha tocado vivir.
Son narraciones escuetas, duras y en algunos casos jocosas, dada la irónica mirada con que el autor atisba el panorama de nuestra historia. El lector descubre que es nuestra vida la que está contenida en las páginas del libro, la de nosotros los comunes y corrientes, los que sostenemos muy a nuestro pesar una nación que nos lastima y, para colmo, cercena nuestros ideales.
El lenguaje, por consiguiente, está a la altura de las circunstancias. Es claro y contundente, sin adornos ni rebusques, es directo porque nombra las cosas por su nombre, los actos como han sido, las acciones como si nos las contaran en una charla de café con remembranzas. Así sucedieron los hechos.
Hay narraciones en primera persona, otras contadas por un narrador omnisciente, y en ellas no se sobrepasa el lenguaje popular, el que es propio de los protagonistas. De ahí que se haga necesario en algunos casos la transcripción fonética, para mayor verosimilitud, aunque el nivel cultural está dado por las diversas acciones que se desarrollan para mostrar la época convulsa en que se suceden los hechos.
Es un libro valiente, una recopilación de relatos que imponen una mirada bien definida al manejo de la realidad y de la manera como la sociedad ha ido ubicándose en los polos con los que puede configurar su accionar en el mundo.
Puede decirse, también, que en estos relatos está la voz de quienes poco la han tenido para expresar sus dolencias y descontentos. Y por encima del lenguaje de cantinas y plazas de mercado, de escenarios rurales y urbanos, está la historia que no debemos olvidar para que no se continúe repitiendo nuestro eterno destino de desapariciones y miseria.
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