Qué feliz soy con la lectura. Por eso he leído con emoción el libro “El último viaje de Bashir”, del escritor colombiano Gerardo Meneses Claros, presentado recientemente en la II Feria del libro de Pitalito, el pasado mes de mayo. Una aventura juvenil que atrapa desde el principio y sólo se puede abandonar cuando se llega a la última página.
Esta habilidad narrativa se sustenta en su experiencia literaria. Gerardo ha publicado varios títulos, conocidos en varias partes del mundo, traducidos a otros idiomas y con reconocimientos que confirman la calidad de sus trabajos en el área de la llamada literatura infantil y juvenil. Su libro “Danilo Danilero, cabeza de velero” cumple en este 2019 veinte años de publicado. Con él y otros títulos se coloca como unos de los autores más importantes de la literatura infantil colombiana.
“El último viaje de Bashir” es una aventura juvenil signada por la fantasía. La magia está en el circo y la aventura en la relación entre Isaac, estudiante de la Normal, y el mago Bashir, integrante del elenco del circo.
La otra magia, la literatura, es hacer convivir la fantasía con el espacio en que se desarrolla la historia. El espacio es Pitalito, patria chica del autor. Para lectores laboyanos contemporáneos es una evocación afortunada, un recorrer de nuevo lugares y recuperar nombres de sitios y personas. Y para los nuevos es la posibilidad de conocer esa época, entre bucólica y fantástica, del pueblo que hoy tiene cara de ciudad.
Personalmente me emocionó mucho al reconocer lugares recorridos en mi infancia, nombres de personajes que hicieron parte de mis sueños y un sinfín de emociones encontradas que alegraron mi espíritu.
Sin embargo, bien sabemos que los escenarios son los que menos definen la universalidad de una obra. Sabemos también que es la carga de humanidad que contenga, es decir, los sentimientos, las ideas y la interacción entre los seres humanos que habitan ese escenario, los que posibiliten su lectura en cualquier parte del mundo. La convivencia de los personajes, serena o conflictiva, es la que, al fin de cuentas, hace perdurable un escrito. Esto es algo que Gerardo logra con notable mérito para alcanzar, con los sentimientos expresados, destacar los escenarios y convertir su libro en una narración universal.
Bien por Gerardo Meneses Claros al apostarle a nutrir la realidad laboyana con la fantasía, un poco como sucede en “Aladino y la lámpara maravillosa” o “Alicia en el país de las maravillas” pero con el toque personal que convierte a Pitalito, por primera vez en nuestra literatura, en escenario perdurable para la fantasía.
El uso del lenguaje, pulcro, directo, vertiginoso cuando ha de serlo, poético donde corresponde, hacen de esta novela juvenil un libro memorable.
Comentarios