“A esta categoría de derechos domésticos relegados y vergonzosos pertenece el derecho a la ternura”, afirmaba Luis Carlos Restrepo en la introducción de su libro.
Este psiquiatra oriundo de Filandia, Quindío, se paseó por los espacios académicos y escenarios públicos hablando de su embuste y recibiendo jugosas sumas por repetir hasta la saciedad que: ”Todas las formas de violencia tienen en común su intolerancia frente a la diferencia”.
Recibió invitaciones a granel y se hizo conocido de encumbrados políticos, hasta que fue elevado al máximo cargo como “Comisionado de Paz”, donde súbitamente se olvidó de sus arengas académicas y se convirtió en la mano derecha de su padrino Uribe.
Durante su periodo de Alto Comisionado lideró las polémicas entregas de jefes paramilitares y amplias huestes de desmovilizados de varios frentes.
Posó para los medios de comunicación recibiendo armas desuetas y cuando pudo, traicionó los acuerdos de Realito y contribuyó para que el gobierno de Uribe enviara a los Estados Unidos, a gran parte de la cúpula paramilitar, para silenciar muchas de sus denuncias.
Este médico con estudios en filosofía pronto adquirió un protagonismo inusitado y de su discurso meloso pasó a ser el duro del uribismo y su proyecto político.
La soberbia del poder lo afectó tanto que desdeñó la capacidad de sus opositores y sufrió el aparatoso fracaso de la reelección presidencial, punto de inicio de su vertiginoso prestigio.
La supuesta desmovilización de una columna de la Farc en inmediaciones al municipio de Alvarado, resultó ser el show más chabacano de los tantos montados para demostrar una falsa eficiencia de las fuerzas armadas.
El bloque “Cacica Gaitana”, ha sido una de las mayores afrentas hechas al pueblo colombiano en los últimos tiempos, por cuanto sus integrantes fueron reclutados dos meses antes para que representaran una pantomima que nadie creyó desde el principio.
Poco a poco hemos visto como la dirección uribista se va concentrando en la cárcel o en el exilio para pagar sus delitos. Ahora solo esperamos que la justicia llegue hasta su jefe mayor, el cínico twitero que es capaz de hablar de persecución política criminal en su contra, cuando fue él y su sanedrín, quienes orquestaron los más perversos actos para acallar a sus opositores.
Si algo le debemos al doctor Restrepo es el habernos puesto a reflexionar sobre los derechos de la cotidianidad, por eso es que estamos exigiendo el “derecho a su captura”.
(*) Profesor Titular UT
Hace cerca de dieciocho años el medio intelectual colombiano recibió, con cierta sorpresa la aparición de un pequeño libro, escrito por un desconocido psiquiatra que se atrevía a formular la necesidad de incorporar a los derechos individuales aquellos surgidos de la cotidianidad.
Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN
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