Tal es el caso que hemos vivido en las últimas semanas, cuando hemos sido bombardeados por las noticias que se refieren al estado de salud de un ser humano, independiente de que profese tal o cual ideología y que sus actos de gobierno afecten los intereses de determinados grupos sociales.
Sin embargo, la enfermedad de Chávez ha aumentado su popularidad en Venezuela, como lo afirma Prensa Latina, mientras la agencia Efe asevera que ha subido cuatro puntos en las encuestas desde que se conoció la noticia de una nueva operación. Pese a los informes moderados y alentadores del propio presidente, un 71 por ciento de los encuestados, reconoce la gravedad de la enfermedad, pero cree que él saldrá adelante.
No piensan lo mismo sus opositores para quienes este hecho exclusivamente privado, la salud de un ser humano, se ha convertido en un acto de especulación pública, exacerbada por los medios, los cuales obedecen claros lineamientos internacionales. Los opositores del político venezolano se han dedicado a celebrar por anticipado su muerte y se valen de las formas más mezquinas. Hoy presentan una entrevista con un “profesional de la medicina” que no duda en fijarle fecha a su deceso, mañana es un periodista que se atreve a diagnosticar la enfermedad y a criticar el tratamiento aplicado. La estrategia es que todos los días alguien diga algo para que cunda la desesperanza entre los seguidores del líder y crezca en cambio, la imagen del candidato de las derechas.
Independientemente de las contradicciones que se tengan con la forma de gobernar, la enfermedad del líder venezolano, llama a despertar la solidaridad de amplios sectores de la población colombiana, pues se trata de un ser que cae en las garras del cáncer y antes que festejar por anticipado su muerte, debiéramos sentirnos apenados como especie, por no haber avanzado en la consecución de la cura definitiva para esta enfermedad. Pero los seres humanos movidos por las pasiones que generan las prácticas políticas, son capaces de las peores acciones, por eso este “show mediático” montado minuciosamente, corresponde a esa parte obscura de quienes no tienen escrúpulos frente a sus contendores y para quienes todo vale en esa lucha loca por el poder.
Esto nos demuestra como la sociedad ha olvidado principios básicos de la convivencia,, la ética de la comunicación y el ejercicio político, para dedicarse con toda la sevicia posible a torturar psicológicamente al opositor y hacer visible sus problemas más íntimos, como por ejemplo sus enfermedades.
Cuando el odio y los intereses económicos, políticos e ideológicos son los mediadores del tratamiento informativo, el resultado generalmente se vuelve contra los manipuladores y se obtiene un efecto contrario a lo buscado.
Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Asociado UT
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