En la medida en que avanzan de manera positiva las conversaciones de La Habana, a pesar de ciertas voces pesimistas que pretenden predecir catástrofes, los colombianos, como lo hicieron los Gobernadores esta semana en Medellín, debemos empezar a analizar y prepararnos para la terminación del conflicto armado y para la implementación de los acuerdos a que se llegue, lo que hemos denominado el postconflicto.
Vamos por partes. Es afortunada la asimilación al periodo que viene, una vez se concluyan los acuerdos entre Gobierno y FARC, como un periodo de transición, porque si bien los acuerdos son nacionales, su implementación será en los territorios, es allí, especialmente aunque no solo, donde se van a adecuar las instituciones, en las regiones y localidades que han vivido la intensidad y los horrores del conflicto armado, se deben preparar para la implementación de los acuerdos pero especialmente para empezar una vida de desarrollo y convivencia sin la zozobra de la guerra, la muerte y el miedo.
Académicamente la transición hace referencia a ese intervalo de tiempo que va desde el momento en que ha concluido un periodo de la historia de una sociedad (un conflicto armado, un periodo autoritario) y se inicia el tránsito hacia otro distinto; durante ese periodo hay tensiones, claro que sí, entre fuerzas apegadas al pasado y las que quieren impulsar los cambios hacia un futuro más amable para todos. Casi siempre esas transiciones han estado precedidas de acuerdos que son fundamentalmente políticos.
La transición española se materializó en los Pactos de la Moncloa entre la mayoría de las fuerzas políticas (en principio la derecha se abstuvo, pero luego se sumó), también de las organizaciones empresariales y sindicales y fueron esos Pactos Políticos, pero que tenían componentes jurídicos, económicos y también propiamente políticos. Este Pacto permitió que el tránsito de los acuerdos en la Cámara de Diputados y en el Senado se aprueben sin dificultad y su desarrollo posterior fluyera. Algo similar fue el Pacto entre los Partidos Liberal y Conservador -con apoyo de los empresarios y demás fuerzas vivas de la sociedad- que dio origen al Frente Nacional y a la transición del gobierno militar a la democracia. Igual fue el Pacto de Punto Fijo en Venezuela entre los partidos políticos y con el apoyo de empresarios y organizaciones sindicales, que permito salir del decenio de dictadura de Marcos Pérez Jiménez y el tránsito a la democracia.
Todo lo anterior para señalar que es probable que las conversaciones de La Habana deben terminar en un gran Pacto Político -entre organizaciones políticas, empresariales, sindicales, sociales y por supuesto los gobiernos regionales-que le de salida real al conflicto armado y permita resolver los grandes problemas que se tienden a ver bajo la perspectiva exclusivamente jurídicos, pero que son en esencia problemas de tipo político y que debe resolviste de esa manera. Ya sabemos que se ha avanzado hacia acuerdos entre Gobierno y Farc en relación con el tema del desarrollo agrario integral con enfoque territorial y se comienzan a construir los acuerdos sobre participación política, pero hay que comenzar a visionar y quizá a construir el gran Pacto Político que sea realmente el que le de cierre y certeza a la sociedad, al gobierno y a los alzados en armas.
Y en paralelo hay que empezar a estructurar la institucionalidad regional y local y a trabajar en el campo de la reconciliación, para que la implementación de los acuerdos sea un periodo que se adelanté sin grandes traumatismos y por el contrario sea un momento de construcción de la sociedad sin conflicto armado que anhelamos.
En la medida en que avanzan de manera positiva las conversaciones de La Habana, a pesar de ciertas voces pesimistas que pretenden predecir catástrofes, los colombianos, como lo hicieron los Gobernadores esta semana en Medellín, debemos empezar a analizar y prepararnos para la terminación del conflicto armado y para la implementación de los acuerdos a que se llegue.
Credito
ALEJO VARGAS
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