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El tentador se le acercó y le dijo: -«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó, diciendo: -«Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”» °°° Mateo 4, 1-11.
El hijo de Dios fue al desierto para vivir la experiencia fundante del pueblo de Dios; para salir de allí vencedor. El valor que se destaca en este evento es la fidelidad de Cristo a su Padre celestial. La gracia divina permite su fortaleza y el éxito está en su respuesta a las tentaciones de este mundo. Es muy cierto que las tentaciones nos limitan para crecer en el bien y la verdad. Las tentaciones perturban el pensamiento. La gran tentación humana es querer ser Dios, sentirse como un dios, estar por encima de los demás. La soberbia enceguece la mente y el corazón, y no nos permite reconocer nuestros límites de seres humanos.
Hay que aprenderle al salvador del mundo, a dar una respuesta certera y permanente a las tentaciones que aniquilan la vida humana: El Nazareno no permite el diálogo con el tentador, su respuesta es definitiva: El poder y la sabiduría de la Palabra de Dios, está por encima de cualquier de cualquier deleite que haga sentir superior a cada persona. “No solo de pan, vive el hombre”. La vanagloria, el orgullo, la tentación de decirle a los demás: “Usted, sabe quién soy yo”. En la mente de Cristo no existe la posibilidad de impresionar a los demás. Su respuesta es: “No tentarás al Señor tu Dios”. La lógica del plan de Dios, rompe los paradigmas del poder. Quien tenga el poder o le guste el poder; que le sirva a los demás y sea ejemplo para la misma sociedad. “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.
El Papa emérito Benedicto XVI: Afirmaba que: El núcleo de las tentaciones °°° Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de utilizarle para los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y por lo tanto, en sustancia, de ponerse uno mismo en el lugar de Dios, suprimiéndole de la propia existencia y haciéndole parecer superfluo. (Audiencia, febrero 2013). El apóstol Santiago escribiéndole a las doce tribus del mundo, los animaba a asumir con sabiduría, inteligencia y fortaleza las pruebas de la vida, sabiendo que la fe probada, produce la constancia. La constancia va acompañada de las obras perfectas. (cf. Santiago 1, 1-4). Todo lo que hoy nos impide y estorba en nuestro camino hacia Dios, se transformarán en ceniza algún día y, por tanto, no vale la pena poner en ellas nuestro corazón. Cuida tu salud: Quien cree firmemente en Dios, no dialoga con el diablo.
Arquidiócesis de Ibagué
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