Podríamos decir que las condiciones generadas por la pandemia han disparado la conflictividad y la intolerancia. Son múltiples las razones que parecen explicarlo: la falta de dinero, la pérdida del empleo, el hacinamiento, la enfermedad o muerte de un ser querido, las nuevas forma de laborar, problemas de movilidad y el no visualizar un mejor futuro, son asuntos suficientes para sentir una gran presión.

La situación no es fácil y hay que admitir que no está en nuestras manos cambiar a los demás pero, con voluntad y esfuerzo sí podemos tener gobernabilidad sobre nosotros mismos; por ello, el propósito de alcanzar un entorno armónico sería más fácil de lograr si nos concentramos en identificar y modificar aquellos comportamientos nuestros que no contribuyen a dicho fin.

Si somos conscientes de las fallas en nuestro comportamiento y de lo mucho que afectan la tranquilidad al interior del hogar, especialmente ahora cuando debemos permanecer más tiempo juntos, con certeza lograríamos un ambiente más amable, cálido y reconfortante y, de paso, mayor bienestar físico y mental para la familia.

Para lograrlo será de gran ayuda si toma en cuenta aspectos como los siguientes:

Si tiene la costumbre de hablar a gritos: “bájele al volumen”. El gritar genera un ambiente agresivo y hace reaccionar negativamente a las personas.

Respete el espacio de los demás en la casa; no porque sea su hermano o su hijo, usted puede disponer de sus cosas o  desordenar sus cajones.

No invada la privacidad de su compañero o de sus hijos; ellos tienen derecho a que sus papeles y demás pertenencias sean respetados.

Aún cuando alguien haya tenido con usted una confrontación o actitud que le incomode, respire profundo antes de explotar e iniciar una batalla en casa. Hable con serenidad con la persona y dígale amablemente cuánto le molesta que le hagan tal o cual cosa y que espera que no se repita.  Nada justifica agredir a un miembro de la familia, incluso a la empleada.

No lastime a la familia exigiendo o pidiendo cosas que desbordan las posibilidades, máxime cuando usted conoce las limitaciones económicas de la misma y las circunstancias en que se está viviendo hoy.

A pesar de las dificultades, agradezca lo que la vida le da y no amargue su vida ni el ambiente de la casa, maldiciendo por todo cuanto ocurre.

No se convierta en la persona experta en encontrarle problemas a cada solución; contribuya a la tranquilidad y bienestar de la familia. Prefiera asumir actitudes positivas, constructivas, creativas.

Cree puentes y estrategias de comunicación que permitan expresar y compartir las ideas y sentimientos con  franqueza, serenidad y respeto. No espere que los otros se comuniquen con usted, tome la iniciativa,  comparta  y proponga soluciones, eso hará el ambiente reconfortante y esperanzador.

Piense que los mayores son el modelo de los pequeños, por eso es grande la responsabilidad de dar un buen ejemplo en casa. Si un niño observa que en su hogar se discute y agreden todo el día, o no se comunican, con seguridad ése será su patrón de comportamiento. Unos padres que no respetan a sus hijos y los maltrata, les transmitirá esos modelos de conducta y harán lo mismo con sus hermanos menores y luego con su propia familia. El hecho de que en el hogar de sus padres o abuelos, las cosas hubieran sido así, no justifica que ahora replique el modelo, por el contrario, ya que eso le hizo sufrir tanto, debe evitarlo a toda costa en su propio hogar.

Recuerde que la tranquilidad y la paz de su comunidad, de su ciudad y su país, empieza en casa. Su tarea es construir una familia unida con lazos fuertes y plenos de afecto y comprensión; ella es la célula de una sociedad  armónica, solidaria, respetuosa y fuerte.