En tiempos donde la desconfianza en los procesos de selección abundan, ver ejemplos que reivindican la meritocracia como principio central en la toma de decisiones es de resaltar.
Debo confesar que, en una primera lectura del reciente fallo de la Corte Constitucional que elimina el monopolio del aguardiente, pensé que esto podía ser una amenaza para las fábricas de licores departamentales.
Imaginemos que el país es una gran casa, con problemas diarios que se manejan siguiendo reglas comunes: quién limpia, quién repara y cómo nos organizamos cuando algo se daña.
Querido lector quiero invitarlo a que piense en un parque de barrio, ese sitio donde los niños juegan fútbol, los abuelos caminan, los jóvenes se sientan a charlar y hasta los vendedores montan sus carritos de tinto.
Vivimos atrapados en la “doctoritis”, esa costumbre profundamente arraigada de llamar “doctor” o “doctora” a cualquiera que parezca merecer un trato especial, sin importar si tiene o no un título que lo respalde.
En Colombia, vivir sabroso es un acto de resistencia. Somos un pueblo que, frente a la adversidad, sigue adelante con creatividad, resiliencia y determinación.
Este año no quiero ropa, viajes ni cosas materiales. Mi carta es diferente: quiero pedirte regalos para mi país, porque siento que necesitamos un empujoncito para salir adelante.
Hace unos días leí en un medio que una de las palabras más importantes del 2024 es “caquistocracia”, que significa el gobierno de los menos competentes.