Qué orgullo para todos los seguidores del amado Vinotinto y oro es tener un equipo que nos represente con miles de dificultades, con abandono total de sus seguidores y con jugadores comprometidos y llenos de responsabilidades.
Y otra vez vuelve y juega el Presidente del equipo, pidiendo auxilio por el abandono de los patrocinadores, de la hinchada… dizque fiel y de los detractores, que cada vez aumentan, sin descaro y sin argumentos serios.
Somos muy buenos para devaluar, pero imagino que esos que hablan bastante son los primeros en llegar al estadio, en hacer cola para comprar la boleta y de cruzar por las estrechas calles que circundan el estadio Ibaguereño, lleno de personas no gratas, de jóvenes pidiendo monedas para la boleta y de otros aditamentos que, imagino, ni siquiera conocen del partido a estas alturas.
Somos pocos los que conocemos la historia del equipo, llena de resultados poco agradables, de últimos lugares de la tabla, de humillantes goleadas y de pocos triunfos de local y mucho menos a domicilio.
Pero somos generosos a la hora de la crítica y demasiado buenos exponentes del improperio hacia nuestro máximo inversionista, que sin ser una pera en dulce, quiere más al equipo que cualquiera de nosotros, que sí nacimos en esta tierra denominada ‘tierra firme de Colombia’.
Gracias, señor Camargo, porque usted nos tiene una institución a su amaño, llena de errores, con pocos jugadores nativos, con periodistas que lo odian por su exagerada beligerancia, por no gustarle a muchos en su forma de ser, pero clasificados nuevamente a un cuadrangular semifinal, con la gratísima ilusión de pelear nuevamente un título profesional.
Estoy más que seguro de que usted es la enfermedad y el remedio a la vez, porque el día que se vaya seguramente los que lo odian inmediatamente saldrán a recoger las banderas y a ubicar el equipo en un sitial más alto de lo que usted lo deja y a gusto de todos, con estadio lleno de ilusiones y grandezas.
No es que esté arrodillado ante él, ni mucho menos, pero sí reconociendo una vez más que usted es grande y tengo que manifestarlo, porque no podemos ser desagradecidos ni indiferentes ante la gestión que ha llevado a cabo en los últimos 30 años, con una leve excepción, al frente de nuestro amado equipo.
A propósito, la nómina que nuevamente nos lleva a una semifinal está consciente de sus metas y es joven y llena de ilusiones, porque saben que se juegan su futuro inmediato si llegan a ser campeones de este irregular torneo colombiano.
El triunfo del sábado anterior ante Alianza Petrolera, con errores de interpretación, tenencia de balón y falta de concentración, nos lleva a pensar en un vibrante juego el próximo domingo cuando el último campeón, Millonarios, llega necesitado y urgido de un buen resultado, para poder obtener el tiquete que este humilde equipo ya logró con sobrados méritos deportivos.
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