Las pasadas elecciones nos dejan datos sobre los cuales podemos hacer análisis y buscar explicaciones, por ejemplo la abstención del 49 por ciento de los ciudadanos con posibilidad de votar. Esta cifra nos revela que la mitad de los colombianos no participó en la escogencia de quiénes representaran sus intereses en el Congreso de la República.
Tratando de entender el fondo de esta situación, se podría decir que son varias las causas y datan de hace muchos años en nuestro país. Para empezar, reconocer el carácter fuertemente excluyente del sistema político colombiano en los últimos siglos, que generó la tradición que los temas políticos eran de incumbencia solo de ciertas elites, poseedoras del poder político y económico, del conocimiento y hasta del derecho de participar y, por lo tanto, las grandes mayorías fueron excluidas y hoy todavía se autoexcluyen de los procesos políticos. Otra clara razón es la violencia que ha enmarcado históricamente los procesos políticos en la nación; asesinatos de líderes políticos, exterminio de colectividades con posiciones distintas al sistema, amedrentamiento de las comunidades afines, todo genera un distanciamiento preventivo de amplios sectores sociales en estos procesos. La tercera de estas grandes razones es la falta de cultura política en la población colombiana, que ha permitido que buena parte de los que acceden a los espacios de poder solamente representan en ellos sus propios intereses o los de pequeños grupos privilegiados, generando así mismo mayor decepción y distanciamiento del ciudadano del común, que no encuentra soluciones a su difícil problemática.
Este círculo vicioso (decepción - no participación - dirigentes no representativos de las mayorías - actividad excluyente - mayor decepción - no participación), debemos romperlo dedicando más esfuerzos del Estado, de los partidos y de los dirigentes demócratas a estimular participación consciente y activa.
Significa, entre otras cosas, la construcción de un nuevo modelo político, más incluyente, más participativo, más cercano al ciudadano común; un nuevo modelo económico que genere oportunidades reales de progreso para todos los colombianos; en general un nuevo modelo de desarrollo, que responda a los intereses de todos, de los empresarios y los trabajadores, de los citadinos y los campesinos, de los jóvenes y de los adultos, etc. Hablar de un nuevo modelo político incluye necesariamente referirse a nuevo modelo electoral.
Este nuevo sistema electoral en mi concepto debe incluir el voto obligatorio, comprendido como un derecho y un deber de participación de todos los colombianos, que de ninguna manera se entienda como coercitivo y más bien esté acompañado de fuertes campañas pedagógicas a todos los ciudadanos, incluso en las primeras edades, formándolos en el uso de esta importante herramienta, el voto, que poseemos c omo una conquista democrática de nuestros antecesores que lucharon por las libertades que hoy gozamos.
Ello llevaría a la necesidad de conocer detalladamente las opciones electorales; identificar si estas ofrecen alternativas de construcción colectiva de soluciones a la problemática social, si habilitan mecanismos reales de participación, si son sostenibles en el tiempo y respecto del medio ambiente, etc. Así avanzaríamos en construir nueva cultura política, de una más fuerte democracia para Colombia.
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