Escribo esta columna sintiendo mucha angustia, incertidumbre y desesperanza. Lo que ha pasado en la última semana es aterrador. Son varias las reflexiones que me dejan estas noches negras de caos y violencia.
1.6 millones de hogares redujeron a dos sus comidas diarias. 2.7 millones de personas en Colombia pasaron a la pobreza extrema y son más de 21 millones quienes se catalogan en pobreza monetaria.
A ratos uno no sabe que es mejor, si escuchar o leer las noticias que a diario emiten los diferentes medios o definitivamente marginarse de las mismas.
La ya retirada reforma tributaria contemplaba puntos necesarios y otros inaceptables – según desde dónde se mire-. Creo que un punto de convergencia entre la mayoría de colombianos es que necesitamos más y mejor educación. Ahora bien, a la luz de este mismo debate es importante preguntarse ¿de dónde sacamos los recursos para este objetivo? Porque hay que ser coherentes.
No deja de ser diciente que al mismo tiempo en que el expresidente Uribe trata de dar marcha atrás en sus acostumbradas actitudes contrarias a la institucionalidad –por ejemplo, en estos días se reunió con César Gaviria, no por ser su aliado y menos su amigo, sino porque es el presidente del partido Liberal-, varios funcionarios del gobierno uribista, emplean con frecuencia el término “institucionalidad” queriendo decir que “en el país subsiste la autoridad gubernamental”, como cuando, a raíz del asesinato de la gobernadora indígena Sandra Peña, arribó a Caldono el Ministro de Defensa rodeado de generales y acompañado por el Comisionado de Paz, al último de los Consejos de Seguridad que se han realizado en el Cauca: “estamos aquí con la institucionalidad, en primer lugar para…”.
La basta y rica historia de Purificación sorprende. Y cómo no, es uno de los municipios más antiguos de Colombia, un importante fuerte militar durante la guerra de exterminio a los pijaos iniciando el siglo XVII, ubicado en el llamado “Castillo de las Palmas”, fortaleza de los españoles, en lo que hoy conocemos como “El Plan”.
La basta y rica historia de Purificación sorprende. Y cómo no, es uno de los municipios más antiguos de Colombia, un importante fuerte militar durante la guerra de exterminio a los pijaos iniciando el siglo XVII, ubicado en el llamado “Castillo de las Palmas”, fortaleza de los españoles, en lo que hoy conocemos como “El Plan”.
El prestigioso parlamentario y litigante penalista Jorge Eliécer Gaitán fue ultimado de tres balazos por un hombre anónimo a la salida de su oficina en el centro de Bogotá hacia la una de la tarde del lluvioso 9 de abril de 1948. Todavía parece retumbar el tiroteo cuando, al ver la placa de mármol, se acerca el transeúnte o paseante por esa esquina entre la Carrera séptima y la Avenida Jiménez, las dos arterias más importantes de la ciudad en esa época.
¿Cómo más llamar al asesinato de mujeres a manos de hombres motivados por el desprecio hacia el género femenino? Hay que nombrarlo, reconocerlo y visibilizarlo. El feminicidio es el acto de violencia extrema contra las mujeres, es la evidencia de que ser mujer puede ser causal de muerte.