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A los promotores y fundadores del proyecto educativo bautizado con el nombre original de la ciudad, que sin afán de lucro y con generoso empeño, lo concibieron y pusieron a andar. Con la certeza que Ibagué y el Departamento lo estaban demandando como contribución a la formación de una clase dirigente acorde con el desarrollo regional deseado.
E igual a los planificadores, que sentaron las bases conceptuales y diseñaron, como siguen haciéndolo, un proyecto exitoso como pocos en el medio, así como a los padres que creyeron en él, en aquellos primeros momentos y que sin reserva determinaron llevar a sus hijos al plantel, como aval a un esfuerzo y meritorio acto de fe en algo que apenas iniciaba; a sus directivos, que con pulso firme y sorteando las muchas dificultades del camino, lo han rectorado con buen propósito y animados por el afán del mejoramiento en busca de una excelsa calidad; a sus dedicados, entusiastas y comprometidos docentes, sin que las carencias o escollos de la diaria labor les hayan limitado su esfuerzo o reducido su vocación, y al personal de apoyo administrativo y logístico, sin omitir a ninguno de ellos, que cumpliendo con su deber, han dado su concurso al grupo.
Y nos haríamos interminables, si en la cadena enlazáramos a los demás miembros de la comunidad, para significar con ello que en la cotidiana lucha nunca se está solo, pues todos soportan los buenos logros y con el apoyo que otros brindan se contribuye a sostener y apuntalar el éxito, que los demás esperan y merecen. Educación de primera y un claro aporte del sector privado para la obtención de la verdadera paz y una mejor patria para todos.
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