PUBLICIDAD
Un primer año soportado en la vocinglera pero cada vez más menguada turbamulta que aún permanece atraída por la promesa del “cambio” de Colombia a la irrealidad del “mitológico país de Jauja”, del cual tanto se hablaba en la edad media: ese idílico lugar en donde no era necesario trabajar para obtenerlo todo, incluso la abundancia de alimento, pues los que allí habitaban vivían entre ríos de leche, vino y montañas de pan, y con la posibilidad de que se les realizaran todos sus deseos con solo invocarlos.
Quimera con la que hoy, nuestro inefable gobernante, pretende seguir mimetizando el verdadero drama económico hacia el cual nos está conduciendo y que tendremos que enfrentar por dos largos años más, hasta cuando cese el último toque de la última trompeta de la artificiosa fanfarria con la que continúa convocándonos.
Un ”cambio” acicateado por el odio de clases, en análogas circunstancias a las que han conducido a la vecina república de Venezuela al desleimiento social y económico que hoy presenta; un país cada vez más venido a menos por no haber abierto los ojos y los oídos a tiempo antes del desastre que lo condujo hasta la merma casi total de su producción petrolera en manos de una deteriorada e ineficiente empresa estatizada; un aparato de producción al borde de la desaparición por falta de inversión; sin ciencia ni tecnología por ausencia del talento que la abandonó; con carencia de fuentes de abastecimiento ante un agro improductivo y agobiado por el desestímulo de la intervención de la propiedad privada; una incalculable deuda externa que sobrepasa los varios billones de dólares; un monstruoso déficit fiscal; una inmanejable circunstancia cambiaria, y “la mayor inflación del mundo” aun en crecimiento, todo ello manejado por una burocracia incompetente, politizada y por sobretodo corrupta.
Mal gobierno que Petro y sus validos parecen estar calcando, puesto que aquí como allí no se ha invertido ni en infraestructura vial, ni energética, ni industrial, ni en desenvolvimiento agropecuario, ni en la calificación científica de la gente, ni en nada de nada que no hayan sido, millonarios fraudes de sus su familiares y correligionarios del Pacto Histórico.
Todo ello soportado, al igual que allí, por un pueblo carente de rumbo político claro, proclive a sentirse atraído por los demagógicos cantos y vacuas prédicas de populistas ilusiones de falsos profetas y violentos conductores de un movimientos de corte autocrático y mesiánico.
Comentarios