PUBLICIDAD
El Estado colombiano como está concebido, centralista y sin garantías de independencia, tiende a viciar cualquier reforma construida desde los Rosales, donde se cree que es Bogotá o desde Bogotá, donde se cree que es Colombia, sin legitimarla en las regiones, en ese contexto la reducción del Estado debe darse en Bogotá, pero debe crecerse en las regiones, porque de lo contrario las reformas de reducción del Estado, a lo que nos van a llevar es una mayor concentración de poder.
El poder de las regiones, es tal vez el mayor poder que debemos reestablecer o mejor hacerlo nacer porque nunca ha existido. En la mal llamada “la otra Colombia” hay un país que sufre, se ha forjado en medio de la violencia, pero más en medio del abandono del Estado, quienes venimos de las regiones y hemos ejercido algún tipo de poder gubernamental, tratamos de saldar esa “deuda social” acumulada por el desdén capitalino, pero el rezago es enorme y lo sufren más nuestros campesinos, mujeres y jóvenes a los cuales durante décadas les hemos cercenado sus derechos.
Las grandes transformaciones del Estado, deben pasar por esos filtros de la descentralización, la equidad y el restablecimiento de derechos sin excepción, imperiosamente la independencia y autonomía de los poderes deben ser desde lo presupuestal y en sus esquemas de elección la prioridad a cualquier reforma, no pueden seguir los poderes del Estado y sus instituciones mezclándose e interviniendo inadecuadamente unas con otras. Construir un nuevo país requiere que no nos sigamos equivocando.
Comentarios