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Estamos bastante dañados, la sociedad colombiana se acostumbró a registrar y pasar noticias de violencia y masacres, que se convirtieron en paisaje, se normalizó la muerte y la violencia en sus múltiples expresiones, la confrontación se volvió permanente, el sicariato moral se hizo instrumento para la política y la degeneración de los odios buscan réditos electorales, unos son los que llaman bandidos, otros los condenados, en muchos casos se aplica justicia mediáticamente y se condena moralmente. La seguridad para la gente, que he propuesto se enmarca sobre el bienestar universal de cada ciudadano como sujeto de derechos, un ser beneficiario de las acciones del Estado y sus instituciones, plagado de seguridad humana.
Y la seguridad ciudadana, segmento de la seguridad para la gente, que debe garantizar las fuerzas armadas, no puede verse alterada por los mismos fenómenos de siempre o por algunos nuevos, que no solo afectan a los ciudadanos sino a la misma fuerza pública, masacres reveladoras de conflictos no superados, que deben tener un abordaje serio y contundente, una gran política de modernización de la fuerza pública donde se integre a la ciudadanía, como un aliado importante y permanente, más el aumento de pie de fuerza tecnológico, que permita mayor fuerza persuasiva y preventiva, evitando la violencia.
La Policía, el Ejército, la Fuerza Aérea, toda la fuerza pública necesita nuestro respaldo y el rechazo de cualquier forma de violencia en su contra, debemos rodear las instituciones que protegen nuestro modelo de gobierno, ese que ha permitido las distintas expresiones políticas y su llegada al poder, hoy más que nunca nos debe unir la seguridad, como un excelso valor de nuestra democracia.
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