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Algunos dan discursos de unidad, pero a la más mínima diferencia se convoca al choque y a la confrontación, pasamos de la violencia de las armas, a la violencia de la voz, esa que impone sin escuchar, sin dialogar. Somos herederos de violencia, víctimas de violencia y hacedores de violencia, que pareciera nunca acabar, debemos hacer un gran esfuerzo para desterrar esas formas y asumir la convivencia pacífica, el respeto por el otro, el respeto por la diferencia sin que ésta nos haga enemigos de plano y a muerte.
En medio de esas enormes dificultades que tenemos los colombianos, aún hay esperanza, en pandemia muchos regresaron a sus municipios y al campo, allí se reencontraron con la belleza de nuestro territorio, la paz, la alegría y la gran oportunidad desde allí de rehacer su vida de manera productiva y activa. Ahora más que nunca el Estado debe propiciar la llegada de una asistencia técnica permanente y la gran inversión en ciencia, tecnología e innovación, que desaparezca la percepción que el campo es un castigo.
La pavimentación, mejoramiento y mantenimiento de la red secundaria y terciaria es una urgencia que reviste la importancia de los gobiernos locales, departamentales y nacionales, en concepto de equidad, dándole más, invirtiendo más en los que menos tienen. Es la hora del campo colombiano, donde tenemos la gran riqueza de la nación, debemos gestionar el riesgo de la seguridad alimentaria, no solo la de nuestro país, que importa cerca de 15 mil toneladas de alimentos, sino de una buena parte de la humanidad. Ya reaccionemos y no seamos más pendejos, tenemos todo para acabar con tanta pobreza y desigualdad.
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