Yo, Gobernador (II)

Sigo delirando y digo que, como gobernador, invitaré a universidades, Sena y entes técnicos a instituir una mesa permanente que apoye y establezca trazabilidad a emprendimientos de distinto orden y así lograr que el aparato científico-educativo salga de sus muros y su silencio y ejerza rol protagónico en la vida regional como vocero y guía en la aplicación de las ciencias sociales, económicas y tecnológicas a la gestión pública, privada y asociativa y, así, estimular las sinergias del desarrollo.

Yo, Gobernador (I)

Animado por “tanta sapiencia, agudeza, compromiso y espíritu transformador observado en la actual campaña electoral”, creí oportuno hacer un alto en mi juicio crítico para fantasear que había sido elegido gobernador para el periodo 2024-2027, por arte de birlibirloque claro está, porque la legítima política no existe y por urdimbres politiqueros sería vergonzoso. Una vez designado el 29 de octubre y con “la papa caliente en la mano”, tenía que pensar el qué hacer a partir de enero del 24 y, en efecto, ordené una línea de trabajo que quiero compartir con los amables lectores, advirtiendo que omito asuntos de rutina, que la redacción del plan de gobierno se traza más desde un enfoque cualitativo que funcional y que el “no se puede” no será opción para esquivar las luchas propias de un proceso de trasformación tolimense.

El tamaño de los sueños

Por aquellos aciagos días vividos por los armeritas y todos los tolimenses oí, de un autor que ahora no recuerdo, esta vivificante frase, “las tragedias no enseñan a sufrir sino a superarse”, frase citada en un editorial de la revista “Signos y Hechos” y que luego alguien reprodujo en el dintel del derruido hospital de Armero.

Clanes y redentores

¿Si no es en tiempo electoral, entonces cuándo conviene hacer crítica política? Para empezar otra lectura crítica bajo la perspectiva regionalista, debo porfiar en que, para los tolimenses, el fin intrínseco de la política es transformar el territorio, es decir, superar la premodernidad con sus visos feudalistas de hegemonías y pobrezas de toda índole y alcanzar la modernidad, entendida como era signada por la sostenibilidad del progreso, la equidad social y la calidad medioambiental (ello engloba todo cuanto desglosa la pequeña política para convertirlo en cliché electoral, maña contraria a la integradora y sistémica visión política del territorio). Así entonces, hasta ahora, y parece que hasta 2027, la transformación tolimense ha sido y será el fracaso de una torpe mentalidad y por tanto fracaso de los prosélitos de esa mentalidad.

Talentos y sueños arrodillados

De muchas definiciones de desarrollo acojo, resumo y sugiero para el Tolima, como territorio a reconstruir, aquella bosquejada desde seis principios: “capacidad productiva cercana a su potencial; sostenibilidad productiva; redistribución del ingreso; conciencia medioambiental; evolución del capital humano; orden social”. También resumo y, al Tolima sugiero, asumir la definición de política trazada en tres principios: “arte, doctrina u opinión sobre el gobierno; actividad de quienes rigen o aspiran a regir las cuestiones públicas; actividad del ciudadano cuando participa en asuntos públicos con sus ideas, con su voto, o de cualquier otra manera” Estas definiciones, teóricamente elementales, seguramente todos las conocen y entienden y por ello extraña que el sincretismo de esos principios no guie nuestro andar hacia el futuro.

¿Pa’ dónde va Vicente?

Parece que esta vez tampoco fue posible lograr una coincidencia y convergencia política que pudiera ocasionar un quiebre histórico en el Tolima y por tanto el cuatrienio 2024-2027 será igual y hasta peor porque, es evidente, las llamadas fuerzas vivas del Tolima aún no admiten que vivimos una era de decadencia que solo una profunda escisión detendría.

El tren del desarrollo

Porque es urgente, porque es ineludible e inaplazable obligación de todos y porque es viable y posible, obsesiva es mi espera del momento de partida del tren del desarrollo tolimense.

La emberracada gremialista!

Gasto e inversión pública en sectores económicos puntuales ha sido la estrategia clásica para destrabar economías raquíticas o recesivas y empezar procesos sostenidos de desarrollo.

Las formas de lucha

No pretendo ocuparme en abstracciones teóricas sobre la lucha social o la dialógica respecto a “mamertos y fachos”, solo quiero recordar, y de allí intentar alguna conclusión, las acciones con las cuales, a lo largo del tiempo, muchas generaciones de tolimenses hemos enfrentado injusticias, yerros y abusos de políticos y gobernantes “cortados con la misma tijera”, formas de lucha de hecho universales, pero que, como suelo hacerlo, contextualizo en el Tolima para que lo planteado y propuesto tenga pertinencia. Esta vez hablaré de la protesta como forma de lucha más utilizada y, para empezar, permítanme contar que, desde principios de los años sesenta, el suscrito ya participaba en protestas y frente a la Gobernación del Tolima coreaba aquella memorable cantinela: ”ahí están, esos son, los que venden…”